Caminó distraída por un tiempo, llamando el nombre de Juan. El día se había pasado en un instante. El sol ya no brillaba tanto y las nubes empezaron a opacarse. Después de pensarlo mejor, descubrió que el único lugar en el que podía estar era dentro de la casa; así que regresó. Tocó varias veces; pero nadie respondió. En un estado mental pobre, se sentó en las gradas a esperar que alguien llegara por ella.
-María… - a lo lejos, alguien la llamaba - María, ¡María!.
Abrió los ojos. La carta, apretada contra su pecho, crujió. La calle estaba alumbrada más de lo que recordaba. Juan le colocó una mano en el hombro libre. Sin darse cuenta, se había quedado dormida en las gradas - Juan, ¡Juan! - logró cone