El cielo azul se cernía sobre ella; en tanto el viento movía las nubes a lo lejos. Desde ese lugar, vio un gran patio verde al otro lado. Únicamente a su espalda estaba las paredes apenas sostenidas; así que no podía ver la gran casa. Por curiosidad se acercó al borde. Los pasos sonaron en las gradas; ya que no tenía a donde escapar, no se preocupó por él. Se acercó más, pisando los trozos dispersos, hasta quedar justo al borde.
La persona llegó a su espalda. Mientras María se inclinaba a ver el fondo, sintió el roce en su omóplato que lentamente se acercó. De repente, una piedra en su pie se resbaló. Su cuerpo se fue de frente. La mano pasó de la espalda al hombro y en un instante la jaló. Sus pies se enredaron al girarse, haciéndola caer en los brazos del hombre que la salv&oacut