Juego Final
Juego Final
Por: M.T
Prefacio

En medio de una calle solitaria, a mitad de la noche, se estacionó un auto, oscuro como las intenciones del propietario. En su interior se encontraban dos hombres, uno que había estudiado finanzas, pero por azares del destino había terminado trabajando como chofer, pero lo había hecho porque la paga no era tan mala, de hecho, era muy buena y su trabajo era muy simple, sin embargo, aquel empleo tenía sus inconvenientes, como mantener silencio de todo lo que observaba y las cosas que había visto desde que había comenzado a trabajar habían sido horrores.

El otro hombre, el que venia en el asiento del pasajero, miro a su alrededor con recelo. Aquel sujeto, a diferencia de su chofer había tenido buenas oportunidades y una de ellas lo había llevado a la política, gozaba de fama y fortuna, pero eso no le bastaba para ser feliz, lo que él deseaba era poder, pero sabia que mientras tuviera adversarios más poderosos nunca alcanzaría esa meta.

El sitio en donde se habían estacionado le pareció desagradable, las casas carecían de elegancia, la seguridad era nula y por si fuera poco afuera se encontraba perros ladrando hacia su coche. Era una colonia no muy peligrosa, pero para alguien que estaba acostumbrado a estar rodeado de lujos, aquel sitio era más bien un basurero.

Su chofer salió inmediatamente para abrirle la puerta a su jefe, pero incluso a él le pareció sospechoso que aquel hombre deseara estar ahí, no era su estilo, sabia que tipo de lugares frecuentaba como restaurantes, hoteles, villas, todo lo que el dinero puede comprar, pero no entendía que podía haber en ese sitio que su jefe deseara tener.

—Mantén el motor encendido, no tardaré—le ordeno a su empleado, pero lo hizo con cierto tono severo. Esa mañana al despertar, no imagino que tendría que bajar su estatus social para mezclarse con la gente común, pero su informante, Fernando, le había asegurado haber encontrado algo importante para él, un valioso testimonio que le ayudaría acabar con su enemigo jurado, Julián Cazares.

Cuando recibió la noticia pensó que algo tan bueno no podía ser real, había hecho de todo para sacarlo del negocio, incluso había intentado difamarlo, pero Julián siempre había estado un paso adelante de él y eso lo frustraba demasiado, pero desde que había descubierto la verdad sobre Julián, sintió que daba pasos agigantados para poner todo en su contra.

Puso un pie fuera del auto y luego se reincorporó colocando el peso de su cuerpo sobre sus piernas, no obstante, al hacerlo sintió el peso de tiempo caer sobre sus rodillas. Torció los labios al sentir un poco de presión, pero no hizo ningún sonido, intento no hacerlo aunque sabia que nadie lo estaba observando y mucho menos escuchando, pero lo hizo para sí mismo, para no sentirse viejo y desplazado por Julián, lo odiaba a tal grado que no le importaba rebajarse a pisar un barrio como ese.

Le dirigió una mirada severa a los animales que continuaban defendiendo su territorio de aquella figura oscura y al ver que estos no se atrevían hacerle daño, comenzó a caminar hacia un terreno de hierba alta donde se encontraba una casa supuestamente vacía, tenía alambrado el cual tenía señales de haber sido manipulado para poder ingresar al lugar, vestigios de lo que habían sido muebles y bolsas de basura que posiblemente habían arrojado los vecinos de aquella zona por mera pereza.

Por suerte para él había un sendero que guiaba hasta la entrada de la casa, un camino que le evitaba el tener un encuentro desafortunado con algún animal rastrero como ratas o incluso alguna que otra serpiente. Camino con recelo hasta la entrada donde podían divisarse botellas de cerveza vacías y otras que estaban llenas, pero que su contenido resultaba sospechoso gracias a su aroma a orina.

Frunció el ceño y torció los labios, disgustado por tener que estar ahí, pero si su informante había conseguido lo que le había prometido, pensó que el tener que oler aquel nauseabundo aroma valdría la pena. Llamo a la puerta, la cual era apenas pedazos de tablas de madera vieja, pero enseguida escucho crujido, creyó que podían ser las ratas o incluso algún perro, pero después de un par de segundos alguien abrió.

Cuando la puerta cedió, vio a un hombre, Fernando, guardar un arma detrás de su pantalón, intuyo que estaba tan nervioso que posiblemente estuvo a punto de dispararle de no haberlo reconocido. 

—¿Me apuntaste con esa cosa?—cuestiono con cierto aire de tranquilidad, pero dentro de sí mismo estaba tratando de controlar sus demonios para no meterle el arma por el culo.

—No, no, no, discúlpeme jefe, es solo que no esperaba verlo tan pronto. Hay muchos drogadictos por esta zona—se excusó agachando la cabeza y haciéndose a un lado para permitirle el paso.

El otro hombre lo miro con desprecio, hubiese preferido estar en otro lugar esa noche, quizás en su casa con una bella mujer desnuda en su cama, pero, en cambio, estaba ahí, en un lugar abandonado y mal oliente, era el colmo.

Camino un par de pasos, hasta que su informante cerro la tabla llena de huecos a la que llamaba puerta y se encaminó delante de él hasta llegar a una habitación la cual si estaba iluminada por un foco que colgaba del techo, no obstante está diminuta habitación tenía las ventanas selladas para evitar que alguien notara su presencia ahí.

Vio a un hombre semi inconsciente el cual tenía indicios de estar sumamente lastimado, aunque tenía la cabeza agachada, era evidente por la sangre que había en el suelo y por el par de dientes regados que ese hombre había sufrido bastante.

—¿Este es tu testimonio?—exigió saber antes que nada—¿Me has traído a este sitio para ver a un moribundo sangrar?

—Así es, pero para que hablara tuve que usar ciertos métodos—se excusó el otro, conocía a su jefe, lo cruel e impaciente que era, pero se atrevió a llamarlo y solicitar aquella reunión porque sabia que aquella información valía mucho dinero, más del que estaba pagándole.

—¿Y crees que ese cadáver podrá siquiera abrir la boca?—se quejó mirando el cuerpo del tipo, era obvio que no conseguiría ver la luz de un nuevo día, estaba en sus últimas horas.

—Espere un momento—respondió un tanto nervioso. 

Camino hasta una esquina donde tenía preparada una cubeta de agua, eso le ayudaba a torturar aquel hombre para no durmiera. Tomo el agua y sin previo aviso se la arrojo al hombre atado a la silla.

Despertó con la intención de gritar para quejarse o gemir, pero tenía la boca atada a una tela que escurría de sangre gracias a la falta de dientes.

—Dile lo que me dijiste—le ordeno, pero el hombre atado frunció el ceño y lo miro con desdén. El informante se aproximó hasta él y le desato la boca, pero solo por precaución lo tomo del cabello para evitar que tuviese movilidad, lo apretó al punto de estirar su cuero cabelludo y obligarlo a cantar—hazlo si es que quieres ver el sol de un nuevo día.

El hombre atado miró al hombre elegante que vestía un traje del cual colgaba un abrigo de sus hombros, como los mafiosos que salían en películas de acción estadounidenses, por como vestía supo que ese hombre era importante.

—¿Quién eres?—le pregunto al hombre elegante, al menos quería saber con quién se estaba dirigiendo, quería saber quien era el hombre que ordenaría su ejecución.

—¿Acaso importa?—se dignó a responderle.

—Claro, si es que quieres saber lo que tengo que decir—expreso mostrando una sonrisa con sus encías, ya que carecía de dientes, solo tenía un par que apenas colgaban.

—Mi nombre vale mucho y si alguien de tu calaña quiere saberlo, más vale que la información que me proporciones lo valga.

El hombre atado quiso soltar una carcajada, pero una tos lo aquejo en ese instante, el hombre que lo había secuestrado, golpeado y torturado le había dañado sus órganos al proporcionarle tan brutal golpiza, así que no podía hacer mucho esfuerzo sin sentir que sus órganos se salían por la boca.

—Imagino que usted conoce a un tal Juliano Salazar Guzmán ¿No es verdad?—revelo, pero el hombre frente a él no comprendió la razón del porqué mencionaba aquel nombre.

—Ahora veo que tu información no sirve de nada—expreso dándose media vuelta, no iba a soportar más tiempo en ese lugar de m****a.

—Me parece que usted lo conoce como Julián Cazares ¿No?

Se giró, complacido, no esperaba que ese hombre cantara tan rápido, pensó que tal vez ya no tenía esperanzas de vivir o tal vez aquello solo lo decía por odio, quizás no a Julián, pero si al cartel Xibalba.

—Dime algo que no sepa—le animo al otro. Su respuesta tan seca y tan directa dejo sin habla al hombre atado.

—¿Qué es lo que quiere saber de Xibalba?—expreso indicándole que él podía cantar todo lo que deseara

—No hay nada que quiera saber sobre ese maldito cartel, lo sé todo—respondió acercándose a la víctima atada, desvío la mirada hacia una mesa donde Fernando había ocupado algunos utensilios de tortura eficaces y de ahí tomo una pistola, la reviso y la encontró cargada—ya veo que no tienes para mí algo que valga la pena, así que no hay necesidad de que sigas con vida.

—Si lo sabe todo, entonces sabe que Juliano confía en una persona que podría asesinarlo en cualquier momento ¿No es verdad?—insistió el hombre atado

—¿Qué quieres decir?—cuestiono frunciendo el ceño.

—¿Acaso no lo sabia todo?—expreso burlándose de aquel hombre con aires de grandeza.

—Puede que no, pero tómalo por el lado bueno, ahora tienes mi atención y quizás una oportunidad de sobrevivir, así que no lo desperdicies—le indico apuntando el arma a su cabeza.

—Juliano torturo a mi jefe—dijo con lágrimas en los ojos, ese hombre no solo había sido su jefe, sino también un benefactor que había beneficiado a su familia y cuando él cayó, su familia también lo hizo, ya que el cartel Xibalba se hizo cargo de que los traidores tuviesen su merecido—lo desolló y se lo entrego a una mujer para hacerlo pasar por él, ella mato a mi jefe creyendo que era Juliano.

—¿Y quien es esa mujer?—cuestiono tratando de rememorar si en alguna ocasion habia visto a Julian con alguna mujer, pero no consiguio recordarlo.

—¿Acaso cree que soy estupido?—se burlo—se lo dire una vez me deje libre, mientras tanto puede seguir torturandome, pero haga lo que haga mi boca permanecera sellada.

—No importa, seguro es algo que puedo conseguir por mi propios medios—dijo colocando el cañon sobre su frente—te di la oportunidad de vivir y tu...¿Estas tratando de chantajearme? me temo que yo no soy un tipo que perdone errores y mucho menos de segundas oportunidades.

—¿Un hombre como usted, se atreveria a manchar su bonito traje con mi sangre?

Un sonoro estruendo inundo la habitacion, gotas de sangre volaron en todas direccion y el cuerpo de aquel hombre atado quedo inerte. Agacho la mirada y miro el desastre que habia dejado aquel hombre en su fino calzado, una gota de sangre habia caido sobre su zapato derecho y por si fuera poco, esta se habia resbalado hacia abajo dejando huella de su paso.

—Pero señor...—dijo fernando impactado.

—Estoy seguro que puedes averiguar la identidad de esa mujer ¿No es asi?—le cuestiono a su informante. Fernando no sabia a ciencia cierta si podria hacerlo, la unica pista que habia tenido sobre ella era aquel hombre y lo poco que le habia dicho, pero al mirar a su jefe no pudo negarse, penso que si lo hacia terminaria con los sesos de fuera tal y como ese hombre.

—Por supuesto—logro decir tratando de no vomitar, nunca habia visto algo asi, al menos no tan de cerca.

—Por cierto—dijo mirando al cadaver—mi nombre es Francisco Ramirez.

Fernando miro aquel hombre, como detras de la fachada de buen samaritano, escondia un demonio enfermo de poder

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