Capítulo 26

La iglesia del pueblo de san Agustín estaba en un sepulcral silencio, desde la guerra de territorios entre carteles, la diócesis había decido no enviar a nadie por el bien del párroco y de los feligreses, así que ese lugar sagrado había quedado en la más absoluta soledad, así como la mayor parte de aquel pueblo. Los narcos se habían encargado de dejar ese pueblo en soledad para así poder enfrentarse a sus enemigos, sin la necesidad de sentir lastimar por aquellos que moria entre el fuego cruzado.

Cecilio había llevado ahí a cinco hombres en una camioneta, todos ellos eran hombres de su confianza, jóvenes y por supuesto con aires de grandeza. Los había llevado maniatados, con una capucha negra cubriendo su visión y una mordaza que les impidiera hablar, lo había hecho para causarles temor, después de todo, uno de ellos fingiría ser Juliano Salazar, por lo que debia estar a merced suya para poder controlarlo y, ya que Julián le había pedido la entrega del trabajo al anochecer, entonces d
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