"Anabel"
Ya pasaban de las diez cuando llegué a casa. Estaba cansada, pero mis feroces estaban con toda la cuerda, y aunque ya me había hecho todos los exámenes, todavía discutían si el hecho de que me hubiera quedado en el hospital hasta esa hora había sido una decisión inteligente.
—Tu problema es ese, Douglas, ¡nunca escuchas! —se quejó la Señorita Pitbull cuando el ascensor se abrió en el vestíbulo del ático.
—¡Tú hablas demasiado, Sandra! —le devolvió el Señor Rottweiler.
—¡Ya basta! —Estaba cansada y me volteé hacia los dos sin paciencia. Habían estado discutiendo toda la tarde, murmurando detrás de mí como dos viejitos gruñones—. Ustedes dos, vayan a descansar. Ya estoy en casa y segura, gracias a los dos. Y sea cual sea su problema, ¡resuélvanlo! ¿Fui clara?
Solo hicieron un gesto con la cabeza. Me di la vuelta y entré. Rick estaba sentado en la sala, con miles de papeles sobre la mesita de centro. Los guardaespaldas ya habían desaparecido.
—¿Trajiste trabajo a casa, cora