"Irina Lancaster"
¡Pero ese viejo era un idiota, cada vez más fastidioso y más pegajoso! Solo lo soportaba por el dinero. Pero no sería por mucho tiempo más, muy pronto mi sufrimiento llegaría a su fin, no perdería toda mi belleza esperando a que su vida se agotara naturalmente.
En realidad, ni siquiera debería haber durado tanto, pero necesitaba deshacerme de sus hijos primero o ganaría apenas una miseria de la herencia y no todo, como me merecía. Y el viejo tardó demasiado en aceptar que tenía que mandar a su hija al sanatorio. Hacía años que le venía llenando la cabeza, diciéndole siempre que Anabel estaba loca, que necesitaba ser internada o terminaría como la madre. Ah, pero terminaría como la madre de cualquier manera.
—¡Ilana! —Toqué y entré al cuarto de mi hija. Estaba en la cama con su celular como siempre. Una culebrita, tan astuta como yo.
—Irina, menos mal que llegaste. Tuve que aguantar al viejo durante el almuerzo. —Ya se puso a reclamar.
—Ah, no te quejes, tú tambié