Gina
Me despido de Constanza a toda prisa y salgo de la casa, pero aun así no me puedo quitar de encima el característico aroma que desprende Omar después de ducharse. Hoy tuve la mala suerte de toparme con él de lleno justo al salir del baño.
Lo detesto. Aunque sea tan sexi, sus miradas y comentarios despectivos hacen que lo tolere cada vez menos. No sé si lo hace a propósito para que no me ilusione con él, pero creo que es innecesario que me trate como a una fácil que se enamora con una simple caricia.
Bueno, es cierto que me enamoro con facilidad, pero no llego al extremo de la obsesión y sé aceptar cuando no le intereso a un hombre.
—¡Idiota, cretino! ¡Quiero un pan ya, maldita sea! —gruño antes de entrar a la cafetería.
Mientras espero mi café y mi baguette con mantequilla, observo la calle. Nada parece fuera de lo normal, pero la sensación de ser vigilada me asalta por momentos.
Aun con un hombre cuidándonos, me siento más insegura que nunca. Lo detesto y lo evito lo más que p