Cillian
—Eres un maldito, bastardo, infeliz —me grita Constanza cuando me meto con ella a la camioneta—. ¿Cómo te atreves a hacerme…?
La interrumpo con un beso que la hace forcejear hasta que me muerde. El sabor a sangre inunda mi boca, pero eso solo me excita más.
—Te amo, es lo único aque puedo decirte —gruño mientras me relamo los labios—. No podías cometer el maldito error de casarte con él, mi vida.
—Si es un error o no, era mi problema.
—Lo que pasa es que tú eres mi problema —sonrío—. El que te casaras con él iba a condenarme.
—No, fuiste tú el que se condenó a…
—Por favor —le ruego, sujetando su rostro con ambas manos—. No me condenes tú, perdóname, o al menos intenta hacerlo. Te amo, Constanza.
Mi dulce nena se estremece y se muerde el labio inferior.
—Al menos dime que vas a liberar a mi hermano y que no le harás daño a Damon —me suplica—. Solo te pido eso para no matarte con mis propias manos.
Suelto una carcajada.
—Hecho, mi amor. Tu hermano saldrá hoy mismo; la orden ya es