Constanza
Minutos después de que Cillian se va, Damon entra de nuevo con una enorme sonrisa y un ramo de rosas en las manos.
—Las traje para ti. Llegaron hace un momento —me dice, algo avergonzado, mientras se me acerca—. Además, quería animarte porque vamos a estar aquí por dos días más.
—¡¿Cómo?! —le grito, y él suelta una carcajada.
—Es una broma, pequeña —se ríe—. Nos podremos ir dentro de un par de horas. Primero tienen que hacerte una ecografía.
El corazón se me acelera al escuchar esa palabra.
—Una ecografía —susurro—. Ay, Dios santo. ¿Ya tan pronto?
—Sí, mi amor —asiente—. Tenemos que asegurarnos de que todo esté bien, aunque el doctor me advirtió que quizá aún no se vea nada.
—Oh…
Y eso es precisamente lo que sucede cuando me llevan a la sala de ecografías. La doctora es muy tierna y me explica todo con cariño, pero aun así no puedo evitar ponerme nerviosa al ver que apenas se distingue un minúsculo saco en la pantalla.
—¿Ni siquiera con la sonda se puede ver? —pregunto asusta