Las chicas me animaron un montón. Después de charlar y reír un rato, decidimos ir a divertirnos a la sala de juegos de arriba. Era casi un casino, enorme, con varias mesas de cartas, ruleta, tragamonedas, de todo. Melissa fue a la caja, cogió las fichas y las repartió entre nosotras.
—¡A divertirse, chicas! —dijo muy emocionada.
—¡Ay, pero nos vamos a divertir un montón! —dijo Taís, dirigiendo nuestra atención hacia una mesa de póker más atrás en la sala, rodeada de mujeres. —¡Ay, pero Rick me pagará! —dijo al ver a una mujer apoyada en el hombro de Rick con gran intimidad.
—¡Ese idiota de Nando, lo sabía! ¡Traidor, me pagarás! —dijo Melissa con un brillo en los ojos—. ¡Hoy va a sonar el látigo!
—¿Y esa ofrenda colgada del hombro de mi dulce? Ay, pero eso le va a costar caro. —Virgínia entrecerró los ojos.
—¡Y mira a esa oxigenada frotándose los pechos a Heitor! Y el muy idiota se ríe de ella. Ay, pero le voy a borrar esa sonrisa de la cara. —Samantha estaba furiosa.
Yo estaba nervios