La noche con las chicas fue genial, me divertí y me olvidé por completo de ese pedido tan extraño que había recibido. Cuando las chicas y yo decidimos irnos a dormir, llamé a mi marido y en cinco minutos había seis hombres altos y guapos rodeándonos. Manu intentó convencer a Flávio de que no debía ir a su casa, pero él se agachó, la cargó sobre sus hombros y se alejó. Después de eso, Héctor amenazó con hacerle lo mismo a Sam, quien se rindió y se fue, tirándolo de la mano. Al llegar a casa, mi marido cumplió la promesa que me había hecho esa mañana y me hizo locuras en el cuerpo, prácticamente no dejándome dormir.
-Sabes que me encanta verte prepararte. – Alessandro habló desde la cama.
Estaba sentado en la cama, con el cuerpo apoyado en la cabecera, el torso desnudo, una fina sábana sobre las caderas y las manos entrelazadas detrás de la cabeza. ¡Mi marido era un bombón!
- ¡¿Ah, de verdad?! ¿Y por qué? – pregunté, acercándome a él vestida sólo con lencería, medias hasta el muslo y ta