Ni siquiera sé cuánto tiempo pasó, sé que desperté tumbada en el sofá del salón de mi marido, con su chaqueta sobre mis piernas. Después de rematarme de la mejor manera posible, con sexo caliente y delicioso, me quedé dormida ahí mismo.
Cuando abrí los ojos, vi a Alessandro sentado en su escritorio, trabajando como si nada, con un comportamiento más que profesional y dispuesto a conquistar el mundo. Se veía muy sexy sentado allí con un dedo en la cara y absorto en una nota. Hermosamente vestido con una camisa blanca y un chaleco gris carbón. Me quedé en silencio observándolo, era muy hermoso.
Alessandro levantó la mirada y me sonrió. Su sonrisa es deslumbrante y me hizo derretir suspirando por él. Dejó el bolígrafo sobre la mesa y se levantó, caminando lentamente hacia mí.
-¿Cómo estás mi ángel? –preguntó con esa voz ronca que me debilitaba las piernas.
- ¡Lo estoy haciendo maravillosamente bien!
- ¿Oh sí? – Soltó una breve carcajada. – ¿Y puedo saber por qué te va tan bien?
- ¡Oh, mi