Imran estaba sentado en la terraza de su casa, con la vista perdida en el horizonte
La mañana aún estaba fresca y la brisa le revolvía el cabello, pero su mente estaba muy lejos de allí.
Apenas había dormido unas horas, su corazón seguía atrapado en el duelo, aunque poco a poco la vida intentaba abrirse paso de nuevo. Su primo Zaid se acercó con dos tazas de café, dejando una frente a él y tomando asiento a su lado.
—¿Cómo te sientes hoy? ¿No piensas volver a la empresa por todo esto?—pregunta Zaid con un tono neutro, aunque en su mirada había preocupación.
Imran suspira, envolviendo la taza con sus manos sin intención de beber.
—Igual que ayer… y antes de ayer —responde con voz ronca—. No sé si alguna vez volveré a sentirme como antes. Y en cuanto al trabajo solo me estoy dando una semana libre. Necesitaba organizar mi mente y mi corazón.
Zaid lo observa con atención. Sabía que su primo estaba destrozado, pero también notaba algo más. Desde que había llegado, había visto la forma en