Escudada por mi periodo menstrual me ausenté de la casa de Gabrio por cinco días, que los aproveché siendo niñera de los gemelos a los que extrañaba con locura. Pero fue un arma de doble filo, esos bebotes deambulantes me hacían recordar a Gabrio hasta en las situaciones más insólitas y cuando los abrazaba y mecía para dormir en realidad pensaba en mi otro niño, el que había abandonado repentinamente por vergüenza.
Le escribía a Gabrio todos los días, pero sólo sonaba a cortesía, más interesados en el bienestar del otro que en charlar… En realidad nunca charlábamos demasiado, Gabrio no era un gran conversador y ya estaba acostumbrada a eso.
No pude dilatar más mi ausencia, y al quinto día regresé a la casa