¿Puede funcionar un matrimonio por interés? Danna es la hija menor de una familia adinerada con un importante apellido, está acostumbrada a estar rodeada de lujos, aunque, todo esto termina en un arrepentido momento donde se entera que le han robado a su padre el préstamo que hizo en el banco y ahora han quedado con grandes deudas las cuales no pueden pagar. Es allí cuando a su vida entra un joven llamado Daniel. Él, al enterarse de la situación de la chica, decide ayudarla, pero con una condición, debe casarse con él. Ahora su familia tratará de hacer todo lo posible por casarse con Daniel, pero ella ama a otro hombre y debe elegir entre fortuna o amor.
Leer másDanna era una joven que apenas comenzaba su segundo semestre en la universidad, vivía con sus padres, su hermana mayor llamada Brenda y su prima Flor.
Su madre, la señora Gloria, era una mujer dedicada a su familia. Su padre, el señor Oscar, solía ser un hombre trabajador que administraba un negocio familiar de electrodomésticos desde hace veinte años.
Su hermana mayor, Brenda, estaba en su último semestre de universidad y era una chica prodigio, mientras que su prima Flor estudiaba en el colegio y sólo le faltaba un año más para poder ingresar en la universidad.
Era una familia unida, salían a pasear los fines de semana y en los días cotidianos todos ponían su mayor esfuerzo para dar lo mejor. El señor Oscar había acostumbrado a su familia a la gran vida; vivían en un barrio de zona alta y siempre les dio todos los gustos que ellas querían, por lo que estaban muy agradecidas con él.
Pero el señor Oscar había cometido un error muy grave, y ahora tenía que contar la terrible noticia a toda su familia.
Danna acababa de llegar de la universidad y, en el camino se había encontrado con su prima.
—¿Qué haces a estas horas en la calle, niña? Papá te va a matar si no llegas a tiempo, sabes cómo se pone cuando no llegas a la hora que es —regañaba Danna.
—Tranquila Danna, avisé en la casa que llegaría un poco tarde —respondió la joven con una gran sonrisa mientras caminaban por el andén.
La noche era ruidosa por los carros, era la hora apresurada, todas las personas corrían por llegar a su casa a descansar después de un largo día.
Las hermosas jóvenes hablaban de lo afanoso que había sido el largo día y cuánto deseaban llegar a casa. Pero antes, pasaron por una tienda a comprar unos refrescos y golosinas que llevarían a su hogar.
—¿Sabes por qué el tío Oscar quiere hablar con todas?
—No tengo la más mínima idea, pero al parecer es algo importante —contestó Danna mientras llevaba las bolsas de la compra, estaban saliendo del supermercado.
Al llegar a casa, encontraron en la sala de estar a toda la familia con rostros tristes, tenían sus miradas perdidas en sus pensamientos. Lo único que se podía escuchar eran los sollozos de la señora Gloria que llevaba su mano derecha a su frente y después a su boca. El señor Oscar se encontraba a su lado, sentado en su sillón de cuero marrón con los codos recostados en sus rodillas y dejaba salir uno que otro suspiro melancólico.
Brenda estaba atónita, no decía nada, parecía que se encontraba en un trance y se abrazaba a sí misma mientras se dejaba hundir en medio de los cojines del mueble gris frente a sus padres.
—¿Qué sucede?, ¿mamá por qué estás llorando? — preguntó Danna.
—Flor, por favor, cierra la puerta —pidió el señor Oscar.
Flor obedeció a la orden y después se sentó al lado de su prima Brenda. Danna seguía de pie mientras trataba de analizar la situación.
—Yo había hecho un préstamo al banco, con ese dinero quería expandir el negocio para tener más ganancias, pero, cometí la equivocación de guardar la plata en la caja fuerte del negocio, ayer cuando llegué para abrirlo fui a revisar la caja fuerte y encontré que se habían llevado todo el dinero —explicó el señor Oscar sin dejar de mirar sus zapatos. Su voz se escuchaba trágica, y eso sólo hacía que la situación se volviera aún más incómoda.
—¡¿Qué?! —Danna estaba muy impresionada— ¡pero papá! ¡Ese era mucho dinero! —gritó dejando caer las bolsas que traía consigo, corrió a sentarse al lado de su padre— ¿cómo harás ahora?
—No tengo ni idea, las deudas me están matando; el negocio de electrodomésticos no me da lo suficiente para reunir todo el dinero necesario para pagar el banco, además, no sé quién pudo haber sido, ¿cómo supo la clave de la caja fuerte?
—¡Tiene que ser uno de tus empleados de más confianza! —afirmó con mucha seguridad Flor—. Tío, alguien que te conoce muy bien fue quien te robó.
—Lo siento, estoy en la quiebra total, no podré pagarle al banco y me quitarán el negocio, además, si no lo hago, también nos quitarán la casa.
La señora Gloria soltó el llanto nuevamente al escuchar esas palabras, todos hacían silencio a excepción de ella. Era como estar en medio de una pesadilla, todo lo que se había construido hasta el momento se estaba cayendo a pedazos.
Esa noche ninguno pudo conciliar el sueño. Si el señor Oscar no tenía dinero, eso decía que Danna no podría seguir estudiando, esto incluía a Flor y a Brenda.
A la mañana siguiente Danna decidió salir a caminar para despejar la mente, toda su vida se venía abajo, sus planes de estudiar lo que más quería, todo, absolutamente todo.
Mientras que su hermana Brenda estaba en la universidad, ella preferiría no demostrarle a su familia su preocupación, aunque siempre le contaba a una amiga lo que sucedía en casa y esa mañana justamente hablaba con ella.
—¿O sea que le robaron todo el dinero? —preguntó su mejor amiga que llevaba por nombre Claudia.
—Todo, era mucho dinero, nos quedamos en la nada, si mi padre no paga el banco nos quitaran la casa y el negocio —explicaba Brenda mientras se dirigían a la biblioteca.
—Ay, amiga... lo siento mucho, no sabes cómo me gustaría ayudarte —le puso una mano en el hombro de Brenda, las dos quedaron en silencio.
Se imaginaban que aquella situación se trataba de una broma de mal gusto, parecía que debían esperar a que alguien llegase sonriente diciendo que todo era mentira, que de la nada las cosas se arreglarían, pero no era así. La señora Gloria lo sabía, y esa mañana se lo gritaba a su esposo, le parecía injusto que una mujer como ella tuviera que pasar por todo ese sufrimiento y vergüenza.
—¿Ahora cómo vamos hacer eh? —preguntó mientras caminaba en círculos por la sala.
—Nos queda la proposición de vender productos —explicó el señor Oscar sentado en su sillón favorito.
—¿Me quieres ver a mí y a tus hijas vendiendo productos puerta a puerta? —preguntó mirando a su esposo.
Hubo un momento de silencio, después de gesticular algunas palabras que su marido no alcanzó a oír, llevó su mano derecha a su pecho.
—¡No nos queda de otra Gloria, recuerda que nos quedamos sin nada! — el señor Oscar se levantó de su sillón.
—¡Pero esa no es una opción, todos los que nos conocen se darían cuenta que nos volvimos pobres! —gritó exasperada.
Oscar decidió salir de la sala hacia su cuarto de estudio.
—No ayudas para nada —dijo mientras caminaba.
Su esposa quedó muy enojada y puso sus manos en la cintura mientras respiraba hondo. Su mente no llegaba a procesar aquellas palabras; ¿cómo informaría a sus amigas que se había vuelto pobre?, seguramente se burlarían de ella y por supuesto, armarían todo tipo de rumores.
Mientras que la señora Gloria trataba de buscar una solución, por otra parte, Danna, intentaba huir de su mundo por unas cuantas horas.
Se sentó en la banca de un parque, así estuvo por una hora, observando las hojas secas que caían de los grandes árboles, todo el suelo estaba lleno de ellas. Danna era una joven que no le gustaba estar en medio de los problemas gritando y preguntando el porqué de las cosas.
No sabía que un joven la observaba desde un restaurante que estaba frente al parque, él miraba desde la ventana, le parecía gracioso verla detenidamente cómo si no hubiera nada a su alrededor, sólo era ella y él en ese pequeño instante.
—¿Daniel, me estás prestando atención? —preguntó su hermana, era una joven rubia de ojos verdes. Ella dejó salir una pequeña risita al ver lo que su hermano contemplaba con tanta atención.
—Sí, claro —respondió él dejando de observar. Parpadeó dos veces para hacer venir su mente a la realidad.
—Te decía que la fiesta es mañana, es mi cumpleaños y no quiero que te lo pierdas —volvió a retomar la explicación mientras miraba detenidamente a su hermano, tomó el pocillo de café que tenía en la mesa.
—Claro que voy a ir —dijo Daniel sacando su cartera del bolsillo de su pantalón.
—¿Qué haces? —inquirió la joven confundida.
—Voy a pagar la cuenta.
—¿Ya te vas?
—Acabo de recordar que Francisco te había dicho que pasaras por su casa, yo no te puedo acompañar, por lo que tendrás que ir sola, invítalo a la fiesta, estoy seguro que querrá ir —le guiñó el ojo y después se levantó de la mesa, ella tomó el bolso que había dejado en la silla de al lado y después se levantó.
—Como digas —dijo su hermana, acto seguido a este, le dio un beso en la mejilla para despedirse y después salió del restaurante.
Daniel dejó el dinero en la mesa y después salió del restaurante, se dirigió hacia el parque donde seguía Danna mirando a las personas pasar y un frondoso árbol que estaba a dos metros frente a ella, el joven se sentó a su lado e hizo lo mismo.
—¿Por qué miras tanto ese árbol? —le preguntó.
—No lo estoy mirando, sólo observo sus hojas mientras pienso —explicó Danna sin dejar de mirar aquel árbol.
—¿Qué es lo que tanto piensas? Llevas aquí una hora —chistó él mientras dejaba salir una sonrisa.
—Sólo quiero pensar, todas las personas tienen problemas y necesitan darle un poco de atención —llevó su mirada hasta Daniel—, ¿es que acaso tú no tienes?
—Pero, no se gana nada pensando en ellos.
Comenzaron a hablar de todo un poco, había una conexión muy grande, he hizo que ella por un momento saliera de su realidad.
Lo que no sabía es que Daniel iba a ser la clave para que sus verdaderos problemas comenzaran.
Afortunadamente Daniel empezó a recuperarse y, aunque, todavía no había despertado, su vida no corría peligro. Pasaron dos semanas en las que ya estaba fuera de peligro. Y en aquella mañana, cuando Danna fue a visitarlo, al poner su mano sobre la de Daniel, notó que sus dedos empezaban a moverse y después le pareció ver que los ojos de Daniel comenzaron a abrirse. —¡Daniel! —gritó y soltó el llanto, lo abrazó— ¡gracias, Dios! —empezó a decir Danna— me asustaste mucho Daniel...Después de aquel día la recuperación de Daniel fue rápida, y con el paso de las semanas, ya Daniel hablaba y poco a poco pudo dar pequeños pasos al estar de pie. El día que a Daniel le dieron de alta, ella decidió darle una sorpresa. Compró unos zapatos de bebé azules y los puso en su cama.
Eran ciertas las sospechas de Danna, estaba embarazada, había pensado decirle a Daniel cuando regresara de viaje.Habían pasado tres semanas, ella ahora se estaba quedando en la casa de su padre, en aquel corto tiempo sucedieron muchas cosas.Danna estaba administrando los dos restaurantes de su padre y eso le ayudaba a tener la mente ocupada para así no pensar en sus problemas. Le ayudó a Sara a organizar la boda y esto le hizo mucha ilusión.Danna tenía tres meses de embarazo y con la ilusión de su primer hijo, comenzó a buscar nombres de bebé en sus ratos libres al lado de su padre.La llamada que Danna estaba esperando llegó, Daniel había avisado de su regreso, aunque ella no se enteró, ya que Daniel le habló a Andrés y le dijo que no le avisara a Danna, quería darle una sorpresa.Andrés fue a recogerlo al aeropuerto, el d&iacut
Belinda volteó y vio a Alex de pie frente a ella.—Alex —dijo Belinda mientras sentía cómo todo su cuerpo empezaba a temblar por los nervios.—Hola, ¿cómo estás?—Mejor.—¿Tu rodilla?—Ah..., bueno, como puedes ver ya está mejor, utilizo el parche porque apenas está cicatrizando y me parece que se ve feo.—Entiendo.En aquel momento Belinda se había dado cuenta de algo, aunque estaba tan asustada por volverlo a ver, sintió que las cosas ahora eran diferentes, podía controlarse, y, aunque supo en aquel momento que Alex no sentía nada por ella y que nunca entre los dos podía haber algo, no se sentía tan mal.—Me tengo que ir, voy a visitar a mis padres —explicó Belinda.—Ah... entiendo —Alex acentuó con su cabeza— oye... por favo
Daniel estaba sentado en un mueble y tenía sus codos reposando en sus rodillas. Nunca había creído que una cosa así pasara. Se dejó llevar por sus impulsos y ahora su esposa se marchó de su lado, había acabado con el matrimonio.En aquel momento sonó su celular.—¿Diga? —contestó.—Daniel... —era Camila.—Camila, ahora estoy ocupado. No puedo hablar contigo.—Es urgente que hable contigo Daniel, por favor, ven a mi apartamento —la joven se escuchaba desesperada.Daniel decidió ir, había caído la noche, y su mente estaba echa un desastre. Llegó al apartamento de la chica, entró y se quitó el abrigo negro que llevaba puesto, lo tiró en un mueble y vi
¿Qué era lo que estaba haciendo? Era lo que se preguntaba Daniel ¿cuándo él sería capaz de destruir la vida de una persona de esa manera? El ver a Danna llorar mientras empacaba su ropa, lo hizo alterarse bastante, sus palabras retumbaban su cabeza y se sentía el peor hombre del planeta.La tomó de un brazo para así hacerla detener. —¡Suéltame Daniel! —Danna sacudió su brazo, pero él no la soltó.—Por favor Danna, no te vayas, yo... no quiero el divorcio, por favor, por favor, discúlpame, me dejé llevar por el enojo, por favor... —rogaba Daniel muy alterado.—No Daniel, solo estás asustado por lo que piensen los demás cuando se enteren que me has sido infiel. —Dijo Danna con su voz quebrada— Daniel, yo nunca fui capaz de traicionar la confianza que me diste, pero veo que tú s&i
La oportunidad se había dado, Camila estaba en la cocina del restaurante arreglando unos platos que se habían servido, Danna se acercó a ella y miró la comida que se veía muy apetitosa.—¿Sabes? —Mostró una sonrisa— yo me casé con Daniel hace años por dinero, mi familia estaba en la quiebra total y... él tenía mucho dinero, era la respuesta a mis problemas, aunque yo no quería —Camila dejó lo que estaba haciendo y se concentró en la joven— a mí me gustaba mi mejor amigo, desde pequeña siempre quise una vida junto a él, pero como puedes ver eso nunca se dio, él se fue a vivir a muchos kilómetros de aquí y ahora se va a casar con mi mejor amiga, por más que yo le rogué a Daniel que me diera el divorcio, él nunca lo hizo, sufrí mucho en esos días, era un gran infierno —Da
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