71. No valen la pena
Roxana
Perdí la cuenta de las copas de vino que llevaba Carmen cuando comenzó con los comentarios sobre "las perfectas familias italianas" y cómo algunas personas llegaban al poder. Su voz había subido lo suficiente para captar la atención de las mesas cercanas, pero nadie se atrevía a interrumpirla. Carmen Vidal era letal con su pluma, y todos en el club lo sabían.
Alessandro intercambió una mirada conmigo después de que Andrea derribó su torre con los cubos de azúcar por tercera o cuarta vez. Y aunque ya quería irme y cumplir lo de la siesta que le prometí, Giulia seguía con un grupo de amigas organizando los últimos detalles para un bingo y no podía interrumpir o me obligaría a formar parte sin pensarlo.
—Andrea, ¿qué te parece si vamos a ver la colección del abuelo Francesco de la que te hablé? Seguro tiene barcos que puedes inspeccionar por dentro.
—¿En serio?
Bajo la mesa, sus dedos rozaron los míos y yo alejé la mano como si me quemara, provocando una risita en él.
—¿Nos vemo