Cap.45

Después de explicarle todo a Christian, él simplemente… desapareció.
Ni un mensaje, ni una mirada, nada.
Seguía pasándome las tareas por correo y, cuando necesitaba resolver algo, llamaba a Marissa.

Al principio pensé que estaba bien. Menos tensión, menos miradas raras. Pero con el paso de los días, aquello empezó a incomodarme de una manera que yo no quería admitir.

¿Por qué me importaba? ¿Por qué sentía como si algo dentro de mí esperara que él viniera a hablar conmigo?

Negué con la cabeza, intentando apartar ese pensamiento absurdo.
“Es tu jefe, Ariel. Solo eso”, repe

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