Papá y mamá intercambiaron miradas, comprendiéndose sin hablar, sin decirlo abiertamente. Y en ese intercambio parecía intensificarse el amor que llenaba su nueva vida.
—¿Y por eso viniste, mamá, por nosotros? —preguntó Guido emocionado. Mi hermano es más expresivo que yo.—Sí, hijo, vine por eso —se apresuró a decir mamá, acariciando el rostro de mi hermano arrodillado frente a ella—. Pero solo me acordaba más o menos del rostro de Giovanni, su nombre sin el apellido, y que se me pareció a Gerónimo, a quien vi en una revista.—¿¡Una revista!? ¿Qué haces, mi nieto, que sales en revistas? —pregunta la abuela, mirándome con admiración.—Bueno, abuela —respondí, rascándome la cabeza sin querer que supiera demasiado de mi vida pasada de Casanova—. Corro auto