La noche anterior, Fabrizio, después de dejar a todos en casa de su hermano Giovanni, caminaba preocupado con él a su lado. Avanzaban en silencio hasta llegar a la oficina; entraron y cerraron la puerta. Giovanni se dejó caer resoplando en un sillón. Fabrizio se sentó enfrente. Lo miraba en silencio, esperando que empezara a hablar. Pero al ver que no lo hacía, decidió hablar con él.
—¿Dónde les dijiste a nuestros hombres que nos esperaran para el operativo? —preguntó, cambiando de tema para hacerlo enfriar.—Van a estar a diez kilómetros de la entrada de Sicilia —contestó Giovanni, pasando una mano por su rostro.—¿Les avisaste que tuvieran discreción, que nadie debía saber de esto? —siguió preguntando a su hermano, quien asintió con la cabeza. —¿Dónde van a estar nuestros objetivos?