—¿Seguro no quieres ir a un hospital? —Jason caminó detrás de Patrick, quien cojeaba un poco mientras empujaba al inquieto sujeto que llevaba sus muñecas esposadas y parecía reacio a ser encarcelado.
—Seguro… —El más alto suspiró luego de empujar al molesto carterista que habían atrapado esa mañana a la celda provisional de la estación y llevó una de sus manos a su dolorido abdomen— Pero la próxima vez podrías darme una mano... —Hizo una mueca de dolor y el chino se sintió culpable.
—Estoy seguro de que no había necesidad de recurrir a la violencia. —Jason suspiró, el menor señaló su labio partido, su ropa sucia y sus brazos rasguñados y frunció su ceño.
—¡Él empezó! —se defendió— ¡Apuntó a una anciana con