Kim Jung Won es un detective de veintiséis años trabajando para el departamento de policías del condado de Sacramento, California, y la única cosa que hace su vida laboral un verdadero infierno es aquel demasiado alto detective, Patrick Baker, quien se ha empeñado en hacer su vida difícil desde su traslado a la estación. Peleas, apuestas, insultos y gritos, aquella era la manera en la que Kim y Baker se relacionaban, no soportando la presencia del otro... hasta que un repentino cambio los obliga a ver que quizás pasar tiempo juntos no era tan malo como pensaban. Un romance truculento entre dos detectives a quienes las vicisitudes de la vida y las decisiones del pasado los hacen darse cuenta que el amor, a veces, puede ser realmente doloroso, pero completamente gratificante.
Ler mais—Boom... Estás muerto. —Suaves y fríos dedos se posaron inadvertidamente en su sien, llamando su atención y haciendo que volviera su mirada hacia arriba— ¿Qué clase de detective eres? —El coreano chasqueó su lengua con desgano y tomó asiento junto al más alto— Si hubiera querido matarte estarías acabado.
—No tengo dudas de eso. —Patrick sonrió forzadamente y volvió a mirar sus manos, las cuales seguían estrujándose entre sí mientras apoyaba sus brazos en sus piernas.
—No es tan malo. —Jung apoyó su espalda en el banquillo y con su mirada recorrió aquel más que conocido lugar— Es decir, pudo ser peor... ¿no?
—¿Cómo? —Patrick se volvió a ver al más bajo y notó que éste seguía observando a su alrededor con una triste expresión.
—No lo sé, pero siempre puede ser peor. —Se encogió de hombros y volvió a ver al pelinegro— Lo superaremos, ¿bien? —Una pequeña sonrisa se posó en sus labios y Patrick frunció su ceño, por alguna razón sentía que la sonrisa del otro lo descomponía—. Vamos adentro... Tienes mucho papeleo por hacer, gigantón —dijo, golpeando su hombro y levantándose de su asiento, dejando al menor en su lugar.
Patrick observó cómo Jung se alejaba de vuelta a las oficinas, dejándolo solo nuevamente en aquella azotea con aquel sentimiento de enojo y tristeza que seguía esparciéndose en su interior... ¿Debía acostumbrarse a sentirse así de ahora en adelante? Realmente esperaba que todo aquello fuera pasajero... El coreano comenzaba a sentir que quizás aquello no había valido tanto la pena.
°•°Algún tiempo atrás°•°
Kim Jung Won —coreano-americano de veintiséis años, un metro setenta y cinco de altura, ojos marrones, cabello teñido de blanco con un corte algo elegante, no muy largo ni muy corto, piel pálida, pero con una tonalidad vistosa y bonita, de esa que venía por haber recibido amables besos de parte del sol de la manera indicada y por el tiempo adecuado— caminó fuera de la oficina del Capitán Jonathan Allen, luego de dejar su último reporte y sonrió después de dirigir su mirada al reloj de la pared... Je, se acababa el tiempo y aquel imbécil ni siquiera había llegado al trabajo. Con un sentimiento de victoria acomodándose en lo más profundo de su corazón, el coreano caminó hasta la pizarra que estaba en una esquina de la estación y se dispuso a tomar el marcador negro, borrando el número al lado de su nombre, agregando un punto más y no pudiendo reprimir una brillante sonrisa, sólo lo pasaba por aquel punto, pero vaya que se sentía extremadamente bien ganar la...
—¡Lamento la demora! —Aquella irritante voz se abrió paso fuertemente en la estación y Jung se dio la vuelta, sintiendo cómo sus dientes rechinaban involuntariamente al ver a Patrick pasar tirando del brazo de un golpeado sujeto.
El alto pelinegro de un metro ochenta y seis se abrió paso por la estación con una socarrona sonrisa en sus labios; veinticinco años de prepotencia acumulados en un enorme cuerpo meticulosamente ejercitado. Sus ojos verdes brillaban con indecente alegría y las pocas pecas que adornaban su rostro se veían especialmente más nauseabundas para el coreano aquella mañana. Para Jung, Patrick Baker se veía como un maldito flamingo, parado totalmente erguido y con aquella ostentosidad repugnante y evidente exudando por sus poros. Jodidos pájaros, como los odiaba; innecesariamente grandes, innecesariamente engreídos. Como Baker.
—Estaban robando el banco que está en el camino a mi casa, así que tuve que detenerme un momento —dijo, dejando que los oficiales que venían detrás de él terminaran de empujar al sujeto esposado hasta la pequeña celda de la estación y el coreano notó a otros tres sujetos esposados detrás de él—. Buenos días, sexy. —El de ojos verdes ser acercó al peliblanco y le regaló una de esas socarronas sonrisas suyas mientras tomaba el marcador de las manos de éste.
—Llegas tarde. —Jung rodó sus ojos con exasperación.
—¿No me escuchaste hace unos segundos? —Patrick alzó una de sus cejas.
—Lo hice, pero ya son las nueve, muy tarde. —Señaló la pizarra con su cabeza y Patrick negó, pasándole algunos papeles que había guardado en su chaqueta, la cual ahora estaba algo desgarrada.
—No, llené mi reporte a las ocho y quince —dijo, sonriendo brillantemente—. Justo a tiempo, mira, arresté a esos cuatro antes de las nueve, sólo me tardé porque debía pasar por esto... —El pelinegro le entregó una bonita caja rosa al más bajo y éste apretó sus labios con frustración mientras él sumaba cuatro puntos a su cuenta definitiva— Supongo que gané otra vez. —Le guiñó un ojo antes de seguir su camino y pasarlo de largo.
Jung abrió la pequeña caja rosa y vio la maldita dona glaseada en su interior, con la palabra "loser" escrita alrededor de la bonita decoración. Como cada vez, el coreano tiró el maldito dulce a la b****a y suspiró con desgano, ¿cómo demonios lo hacía?
Patrick y él habían tenido aquella pequeña riña desde que el menor había llegado al precinto el año anterior. Nadie sabía el motivo de su traslado y Patrick tampoco parecía tener las intenciones de decirles el por qué, lo único que Jung sabía es que aquel idiota de cabello demasiado negro, piel demasiado pálida y mirada demasiado intimidante, sólo había llegado a Sacramento para hacer su vida un poco más estresante mientras se autoproclamaba el mejor detective del precinto, el coreano había querido probarle lo contrario, pero el hijo de perra seguía ganando en su maldita apuesta semanal; cada semana, sin falta, ambos llevarían cuenta del número de arrestos que tenían y quien obtuviera los números más altos, evidentemente, ganaría... ¡Jung había perdido cuatro semanas seguidas esta vez! Comenzaba a creer que aquel idiota estaba plantando evidencia a gente inocente, ¿cómo podía hacer tantos arrestos por su cuenta?
—¿Y que apostaron esta vez? —Jason, el compañero de Jung, se acercó al él y rio al ver la bonita dona en la b****a, el coreano siempre terminaba lanzando aquellos postres al basurero sin siquiera haberlos probado, el chino creía que era un desperdicio, pero no lo culpaba, él también estaría molesto, pero como no era asunto suyo, se burlaba.
Jason y Jung habían sido mejores amigos desde sus días en la academia de policías del Estado de California, se llamaban a sí mismos “The A Gang”, ya que ambos eran los únicos dos chicos asiáticos en todo el lugar. Jason venía de una familia muy bien acomodada de Hong-Kong, era un sujeto extremadamente agradable, sociable y encantador, no sólo eso, sino que sus rasgos asiáticos afilaban su rostro de una manera profunda y masculina, a diferencia de Jung, que parecía, en realidad, algún protagonista de una novela gay sur coreana, de esas que eran populares entre las adolescentes hormonales. No que no que él se quejara de su apariencia o su sexualidad, no.
—Ugh... —El peliblanco volvió a su asiento y rechinó sus dientes. No quería pagar aquella apuesta... de todas las semanas... de todas las apuestas... no... definitivamente no quería hacerlo.
—¿Y bien? —Jason alzó una de sus cejas, Jung parecía estar a punto de desmayarse.
El castaño frunció su ceño al ver que su compañero no respondería y se volvió a un lado al escuchar la voz de Patrick acercándose a ellos. Bien, si Jung no respondería, al menos Patrick lo haría... ¿no?
—Oye... ¿Qué demonios apostaron esta vez? El chico parece a punto de morir. —Señaló a su amigo luego de que el más alto se detuviera y éste sólo pudo sonreírle.
—Nada, realmente —dijo, poniendo una de sus manos sobre el escritorio del coreano y mirándolo de reojo—. Dile, Junnie. —Le guiñó un ojo y Jung sintió cómo su ojo izquierdo tenía un tic, cómo sus puños se apretaban automáticamente y cómo su labio temblaba al contener todas sus ganas de insultarlo.
—Habíamos apostado nuestros escritorios, pero... —Tomó un pesado respiro— Patrick es tan lindo que simplemente decidimos no hacerlo... —Ahora su otro ojo tuvo un tic nervioso— Ah... Realmente eres... eres... eres...
—¿Soy...? —Patrick sonrió brillantemente.
—El mejor detective. —Jung soltó entre dientes y forzó una sonrisa.
—Aw... No digas eso, me sonrojaré. —Patrick empujó su brazo suavemente y se alejó del par de extranjeros mientras reía bajo.
La deliciosa fragancia del café recién hecho por la mañana inundaba la cocina mientras el peliblanco servía un poco en su taza de porcelana blanca; la comida estaba servida en la mesa y la de Sophie estaba empacada para que se la llevara, él se disponía a tomar asiento en una de las sillas del comedor cuando escuchó a los dos ruidosos pelinegros discutir mientras bajaban las escaleras, decidiendo simplemente revisar las noticias en su móvil y esperar a que llegaran a él con el problema que evidentemente lo harían resolver.—¡Paaaaaa! —La hermosa adolescente lo llamó y corrió hasta la cocina, apresurando el paso para llegar primero que Patrick, y acercándose al divertido coreano que la observaba sobre su taza— Dile a papi que no sea un tonto.—¡No es no, Sophia Baker! —Patrick, con su ceño fruncido, llegó al lado de su
Patrick se detuvo frente a la puerta y apretó las llaves de su auto en su puño cerrado, por alguna razón se sentía extremadamente nervioso. Aquel día era su reunión con el comisionado y él no estaba muy seguro de lo que discutirían; Martínez había sido bastante directo y le había dicho que no se molestara en volver al escuadrón de tácticas y armas especiales, por lo que su trabajo allí ya no existía. El comisionado le había dejado muy en claro a Jonathan su molestia con él al proceder de la manera en la que lo había hecho y, hasta cierto punto, le daba la razón. Era un delito grave lo que él había hecho y sólo ser despedido quizás no era castigo suficiente, después de todo, armarse hasta los dientes con equipamiento restringido, el cual tomó con un permiso falso del comisionado, debía ser reprendido de u
Domingo, 1:45 pm:—No estoy tan seguro de que pueda tomar eso —Mark observó fijamente la botella que su novio sostenía animadamente en su mano y frunció su ceño. Jung sólo llevaba un día fuera del hospital y Jason ya quería emborracharlo.—¿Cómo que no? —preguntó, evidentemente confundido.—No sabes cómo funcionan los medicamentos, ¿no es así?—No —admitió con simpleza, Mark sonrió enternecido; si había algo que él amara con locura sobre su novio, era esa sinceridad que le desbordaba por los poros.—No importa. —Se encogió de hombros y volvió a mirarse en el espejo para arreglar su cabello, completamente consciente de la sonrisa embobada que se había fijado en sus labios y la apariencia que esta le daba. Jason sigui&o
Sábado, 7:08 am:—¿Sabes lo preocupado que estaba? —Jonathan regañó al coreano.—¿Vas a regañarlo por haber sido secuestrado? —Taylor golpeó el brazo de su esposo y éste suspiró.—Ah… ¿Lo siento? —Jung rio bajo— Intentaré no dejarme secuestrar tan fácilmente la próxima vez.—¡¿Próxima vez?! —El Capitán abrió mucho sus ojos— Oh, no, señorito. No habrá próxima vez. Voy a ponerle un GPS a todos. —Se volvió a mirar a los demás— No saldrán de mi vista nunca más, no puedo seguir en esto…—Nos ama —Jason dijo bajo, golpeando suavemente a su novio con su codo.Taylor observó cómo Patrick seguía dormido a un lado de
Sábado, 2:14 am:El hombre de la ambulancia le había asegurado que todo el proceso sería rápido, pero ahí estaba él con su brazo extendido sobre un frío tablero metálico o como se llamara, con dos doctores a su lado discutiendo cosas que él no se esforzaría por tratar de entender, pero admitiría que lo ponían nervioso con el pasar de cada segundo.—La conversación se oye bastante interesante. —Ethan interrumpió a los hombres— ¿Pero me van a cortar el brazo o podré volver a casa hoy? —preguntó, tanta discusión entre los dos sujetos ya lo había hecho resignarse a que quizás iba a volverse zurdo y que tal vez se apuntaría en un grupo de ayuda para minusválidos."Hola, soy Ethan Bouchard, perdí mi brazo recientemente, pero estoy feliz de que todos tengamos
Sábado, 3:31 am:Una luz blanca lo recibió escandalosamente cuando abrió sus ojos otra vez, sólo que ya no era la iluminación de su sala, era la molesta y brillante bombilla de alguna habitación de hospital que desconocía, y vaya que él había estado en muchos hospitales en el último par de años. Relamió sus labios resecos y miró alrededor, su cuerpo aún dolía, pero nada tan terrible como lo hacía antes. El yeso en su brazo derecho le indicaba que había tenido razón con respecto a su extremidad, pero el resto de su cuerpo, simplemente vendado por las múltiples cortadas que se había hecho en el choque, le decían que Simon también había tenido razón al llamarlo exagerado.Una repentina exaltación se alojó en su pecho y lo hizo levantarse de golpe, maldiciendo bajo por el
Último capítulo