Capítulo 1
Yelena El sonido de cristales rotos hizo que pegara un salto de la cama. —¡Yelenaaa! ¿Dónde mierdas estás metida? — gritó mi padrastro. Quité la silla que atrancaba mi puerta y corrí a toda prisa hacia el salón. —Aquí estoy señor—dije con la mirada puesta en mis pies como él quería, ya que era señal de sumisión. —¿Qué coño haces ahí parada? ¡Recoge todo esto ahora mismo! — —Sí señor— Corrí a la cocina para coger el cepillo y el recogedor, justo cuando iba a salir por la puerta dirección al salón un puñetazo en la cara hizo que me chocara con la puerta y cayera al suelo. —¡Levántate! Te dije que recogieras los cristales. ¿Quién coño te crees que eres para desobedecerme? — —Yo solo, solo fui por el cepillo y el recogedor señor— me levanté apoyándome en la puerta y sentí como un hilo de sangre salía de mi labio roto.Momento que aprovechó mi padrastro para agarrarme del pelo. —¿Y quién te dio permiso para que te fueras? Si te digo que hagas algo lo haces ¿entiendes?. Me da igual si lo recoges con la mano, con la boca o con lo que sea pero lo recoges y punto— su agarre en mi pelo se intensificó hasta tal punto que sentía como algunas raíces se despegaba de mí cuero cabelludo. "No llores, no llores" repetía en mi cabeza una y otra vez mordiendo el interior de mi mejilla. Hacía tiempo que había aprendido que llorar solo empeoraría el castigo. Mi padrastro me arrastró hasta el salón agarrando de mi pelo. Al llegar allí me tiró al suelo de mala manera con mi buena fortuna de caer encima de los cristales y hacerme heridas en una mano y en las rodillas. Afortunadamente hacía un año que tenía a mi loba y desde entonces mis heridas sanaban más rápido. —¡Ahora recoge todo eso! — —Frank, no seas tan duro con la pobre chica. Mira ,has estropeado su preciosa carita— El amigo de mi padrastro al cual llamaban Tanque acarició el lado de mi cara donde Frank me había golpeado. Aunque no me habían agredido nunca me daban más miedo las caricias de sus amigos que las palizas de Frank. Recogí los cristales lo más rápido posible y me fui a mi habitación a cambiarme. Una vez vestida con el uniforme de la pastelería donde trabajaba,me puse un delantal y cociné el desayuno, el almuerzo y limpié toda la casa. A Frank le gustaba que todo estuviera reluciente cuando traia invitados a casa, que era un día sí y otro también. Lista ya para irme pasé por el salón para decirle a mi padrastro que ya me iba a trabajar pero estaba tirado en el sofá durmiendo con una botella de whisky en la mano. ¿Cuántas veces había deseado que se durmiera y no despertara jamás? Pero mi deseo nunca se hacía realidad. Era mala persona por desearle eso al hombre que me había criado y por eso tenía la vida que tenía, era mi castigo. Salí apresurada de casa, me había entretenido demasiado haciendo una carne en salsa que le gustaba a mi padrastro para haber si así se ablandaba y me libraba luego del castigo que me daría por lo de antes. Corrí por las calles desiertas de la manada. Eran las 5 y media de la mañana y todo el mundo dormía. Todos menos mi jefa, la señora Mildred. Una mujer de cincuenta y tantos años, con cara regordeta y mirada dulce. —¡Buenos días señora Mildred!, siento el retraso. No volverá a pasar— dije mirando el gran reloj que había en la pared donde marcaban las 5:40 am. —Buenos días querida, voy a tener que regalarte un despertador—la señora Mildred no terminó su frase. Al verme vino corriendo hacia mí —¡Oh, por la diosa! ¿Qué te ha pasado? —dijo tomando mi cara entre sus manos. ¡Demonios! Con las prisas había olvidado taparme el golpe con maquillaje. —Ha vuelto a pegarte, Yelena no podemos consentir eso, puedes venirte a casa a vivir con Gina y conmigo, te lo he dicho muchas veces. — —Y yo se lo agradezco de verdad pero mi sitio está en mi casa con mi padrastro. Él me ha criado desde pequeña y le debo todo. Además ya no me pega, es solo que hoy le hice enojar porque rompí un cristal, soy muy torpe y bueno, se enfadó mucho pero ya él no me trata así— No, no tenía síndrome de Estocolmo, ni estaba ciega pero ya una vez intenté irme a vivir con Mildred y Gina y Frank me amenazó con que mandar a sus amigos a hacerles una visita a las dos para divertirse con ellas después de haberle quemado la pastelería.Mildred y Gina vivían solas después de que el padre de Gina muriera y avisar a la policía de la manada no era una opción ya que Frank era íntimo amigo del Alfa y la policía hacía todo lo que el Alfa decía. No, no estaba ciega pero no podía involucrar y meter en problemas a los dos únicas personas que me habían tratado bien en mi vida. —Cariño, cuando estés preparada para dar el paso Gina y yo estaremos esperándote con los brazos abiertos— No pude evitar que una lagrima se me escapara rodando por mi mejilla. Ojalá todo fuera más sencillo y pudiera aceptar la proposición de Mildred. —Espero que encuentres pronto a tu pareja y te saque de esa cárcel donde te tiene el sinvergüenza de Frank— —No creo que eso vaya a pasar, ha pasado un año desde que cumplí 18 , si estuviera en la manada ya lo hubiera encontrado, y no creo que salga nunca de aquí — Mildred me miró con ternura y me dio una media sonrisa. El día se pasó rápido. Tuvimos mucho trabajo porque al parecer habían venido varios Alfas a la casa de la manada a una reunión con nuestro Alfa y habían pedido que le enviásemos varias tartas y varias decenas de pastelitos de canela y cup cakes. Los pastelitos de canela eran mi especialidad y Mildred siempre me encargaba a mí que los hiciera. Cuando recogimos y limpiamos todo apareció su hija Gina,mi mejor y única amiga. —¿Qué haces aquí?— —Quería ver a mi mejor amiga y Frank no te deja salir de tu casa así que me acerqué para verte— no quise debatirle nada en lo referente a mí padrastro.Mi amiga era a la única que le había contado algunas pinceladas de lo que Frank me hacía. Me vi obligada a hacerlo el día que me pilló desprevenida cambiándome la blusa y vio las cicatrices de los latigazos en mi espalda. Me las había hecho antes de cumplir 18 años y tener a mi loba así que no había podido curarme y las cicatrices se quedarían en mi piel para siempre. La señora Mildred cerró la puerta con llave y luego se acercó a mí y me extendió un sobre. —¿Qué es esto?— —Es una pequeña ayuda.Escóndelo bien. Que no lo vea tu padrastro. No es mucho pero el día que decidas salir de esa casa te ayudará a empezar una nueva vida lejos de aquí — me quedé muda al ver el contenido del sobre.Era como el salario de dos meses. Los ojos se me llenaron de lágrimas y me abracé a la madre de mi amiga llorando. Mildred y Gina era las únicas personas con las que me permitía soltarme un poco y llorar si lo necesitaba. —Bueno, ya vamos a dejarnos de dramas y vamos a ponernos en marcha.No queremos que llegues tarde y tu padrastro te castigue— la madre de mi amiga tenía las mejillas mojadas por las lágrimas. Nos despedimos y en diez minutos ya estaba atravesando las puertas de mi casa. Para mi fortuna no había nadie. Recogí la casa y volví a limpiar porque, por como estaba la casa de botellas de alcohol y preservativos, mi padrastro y sus amigos habían estado de fiesta. Hice la cena, recogí la cocina y me llevé una manzana y una mandarina para mi habitación. Las escondí en el armario y metí en uno de los agujeros del colchón el sobre que me había dado la señora Mildred. Me duché lo más rápido posible antes de que Frank llegara y me encerré en mi habitación cerrando el pestillo y atrancando una silla. Sabía que si Frank o alguno de sus amigos quería entrar les bastaba con dar una patada en la puerta pero por lo menos el ruido me despertaría si estaba dormida e intentaría huir por la ventana. Me comí la mandarina y guardé la manzana para el desayuno del día siguiente. Frank sólo me dejaba comer pan y agua tanto para el desayuno como para la cena así que aprovechaba cuando él no estaba para esconder alguna pieza de fruta en mi habitación. Si no fuera por los almuerzos contundentes que me daba la señora Mildred en la pastelería estoy segura que no me mantendría en pie. Llevaba ya un rato dormida cuando unas risas me despertaron. Me levanté y fui hacia la puerta para escuchar mejor. —Sabía que esa mocosa me traería mucho dinero—esa era la voz de mi padrastro. —¿Y su tío no se opone? — —Si fuera por su querido tío me la hubiera follado con 12 años y la hubiera vendido a algún burdel. Cuando se dio cuenta de que no era especial perdió el interés en ella.La muy desgraciada tiene que agradecerme que le cogí cariño y me apiadé de ella— —Si es que eres todo un sentimental Frank—se escucharon otra vez risas. —Y ¿cuando viene el comprador? — —Dentro de dos días — Luego de eso se escucharon algunas voces de mujeres y seguidamente jadeos y gemidos ¡Estaban hablando de mí,estaba segura!¡Frank me había vendido!¿Y qué era eso que hablaban de un tío?Yo no tenía parientes. Las lágrimas de tristeza y rabia empezaron a salir sin control. Miré hacia el colchón tirado en el suelo, que era mi cama ,donde había escondido el sobre con el dinero. Tenía que escapar al día siguiente, no podía quedarme allí para que Frank me vendiera como si fuera un mueble.