El albino sintió una punzada en el pecho, odiaba ver a Débora tan agobiada y no con la expresión alegre a la que se había acostumbrado.
En ese instante, la rodeó con los brazos y se aferró a ella.
—No puedes volver a Dion —declaró—. Te quedarás conmigo.
—¿Cómo? —preguntó, aturdida—. ¿Me llevarás