—¡Espere, señor! —le preguntó—. Me llamo Adrián, ¿cuál es su nombre?
—Izan —alegó.
—¿Nos volveremos a ver?
—Eh —se rascó la nuca— lo dudo mucho. Sin embargo… —se puso en cuclillas delante del niño y extrajo del bolsillo de su saco un reducido lobo de peluche—. Te obsequiaré esto. Cada vez que lo