La habitación del hospital privado estaba en silencio, salvo por el pitido constante de los monitores. Scarlett yacía recostada en la cama, con un gotero en el brazo, pálida pero alerta. Llevaba horas mirando al techo, reviviendo el circo mediático que se había montado fuera del centro médico.
Mason estaba sentado en la silla junto a su cama, con el portátil abierto, trabajando en estrategias para controlar los daños con tu equipo legal. Dos de tus guardias de seguridad permanecían discretamente junto a la puerta.
—Señor —le dijo uno de los guardaespaldas por el auricular—. Tenemos un problema. Victor Westbroke está en el vestíbulo exigiendo ver a su esposa.
Mason levantó la vista bruscamente. —Dile a la seguridad del hospital que lo acompañe fuera.
—Se niega a irse. Dice que no se irá a ninguna parte hasta que la vea.
—Entonces llama a la policía.
—Mason, espera. La voz de Scarlett era ronca, pero firme. —¿Qué pasa?
—Victor está abajo montando un escándalo. No te preocupes, mi gente