«¿Tienes frío?». Mason apareció a su lado con un chal de cachemira y se lo colocó sobre los hombros. Sus dedos se detuvieron en su cuello.
El motor del yate ronroneaba suavemente mientras salían del puerto. Scarlett se apoyó en la barandilla, con la brisa salada levantándole el cabello, y observó cómo la costa se alejaba.
«Ya no». Se recostó contra su pecho, sintiendo su calor a través de la fina tela de su vestido. —Mason, esto es...
—¿Qué?
—Sigo esperando que alguien me diga que no me merezco esto. Que no soy el tipo de mujer a la que los multimillonarios se llevan en yates.
Mason la giró para que lo mirara, acariciándole la cara con las manos. —Oye. Mírame.
Scarlett se encontró con sus ojos oscuros y vio en ellos algo feroz y protector.
—Eres exactamente el tipo de mujer que se merece esto. Te mereces que te mimen, te protejan y te adoren. Te mereces que alguien arrasara el mundo solo para verte sonreír.
Antes de que ella pudiera responder, él la besó, lento y profundamente, con un