Capítulo 119

El salón del viejo hotel estaba envuelto en penumbra. La lámpara de araña del techo apenas iluminaba el espacio con una luz cálida que contrastaba con la tensión de los presentes. Afuera, la ciudad rugía con el bullicio habitual, pero ahí dentro parecía que el tiempo se había detenido.

Lucía llevaba las carpetas bajo el brazo, como si fueran un tesoro y un peso a la vez. A cada paso, recordaba que en esos documentos estaban los nombres, las cuentas, los movimientos financieros y las pruebas que podían derrumbar a Arturo Salvatierra. Pero también sabía que no bastaba con tener la verdad: hacía falta poder, un altavoz capaz de gritar esa verdad en un país donde casi todos los micrófonos estaban comprados.

Rodrigo, el capitán de investigación, caminaba a su lado con la seriedad de un militar en misión. Sus ojos estaban atentos, recorriendo cada rincón, cada sombra. El político opositor los esperaba sentado en un sillón de cuero desgastado, como si ese lugar fuera su trono improvisado. Se
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