Ella se ruborizó al sentirse contemplada, sin duda tocada por su mirada reverente y hambrienta. Así se sentía él, con voraz deseo de hacer a Tina parte suya. En medio de su sala, de habitual vacía, ella llenaba el espacio como si formara parte de él. Ningún objeto, ninguna otra persona podía hacerle sentir a Jace la sensación de que ella convertía su apartamento en un sitio digno de ser vivido.
—¿Quieres algo de beber?—le ofreció, y ella hizo un gesto negativo.
Él asintió
— Toma asiento, Tina. Voy a poner música. Quiero que estés cómoda y te dejes llevar.
Ella lo obedeció y se sentó con cuidado en el sillón favorito del hombre. Devoró su imagen, bebiendo en la silueta de perfil. Era tan hermosa y deseable. Enfundada en su vestido que abrazaba su silueta, sin ceñirla, pero marcando sus senos, cintura y caderas, con el cabello cayendo a su espalda como un manto cobrizo, convocaba a sus instintos.
Jace se quitó la chaqueta mientras encendía el reproductor de música y elegía una lista de