Su asistente la miraba con reserva y algo de duda. Le sonrió, aunque sabía que la joven detectaba que sus ojos se habían apagado y había perdido gran parte del entusiasmo de esos meses. Esto debía sorprenderla, pues la chica la había conocido cuando la energía la atravesaba y se sentía capaz de tocar el cielo.
—¿Sí?
—Dejaron esto para ti.
Extendió un sobre sin remitente y ella lo tomó, mirándolo con curiosidad. ¿Sería de Kaleb? ¿Sería que él volvía a la carga, arrepentido? Se limpió las manos y se dirigió a su oficina, picada por la curiosidad.
El envoltorio no tenía ninguna dirección o dato, pero su nombre estaba muy claro. Lo abrió rompiendo un extremo y entonces una fotografía y una misiva cayeron sobre la mesa. El corazón se le detuvo en el pecho al ver la imagen y leer seguidamente las frases: Tantos kilómetros. Tantos cambios. Tantas mentiras, pero eres la misma perra sucia y puta de siempre. Voy por ti, Casandra.
La fotografía era suya, de varios años atrás. Nadie que la viera