—¡Quiero a ese desgraciado hundido, Matt!
Jace acompañó su exabrupto con un golpe en su escritorio que hizo vibrar los objetos y atrajo miradas curiosas desde la habitación de su asistente. Matt asintió y se movió por la oficina con calma, su renguera apenas evidente. Se acercó a la ventana y miró afuera, pensativo, por unos instantes ajeno a Jace. Luego se dio vuelta.
—Lo atraparemos. Es cuestión de tiempo. Y no mucho, porque la escalada muestra su ansiedad y falta de límites.
Hacía una semana que Tina había recibido los correos, y a estos habían seguido otros con más fotos y mensajes amenazantes. Por fortuna habían tomado la previsión de desviarlos y se acumulaban en los servidores de Jett, que había seguido el rastro sin dificultad hasta la biblioteca de estudios de la institución de Massachussets. No lograban conectarlo aún con Heston.
—¿Nada en sus cuentas, en sus dispositivos?
—Nada concluyente, aún. Hay archivos clasificados con grado decente de cifrado. Pero Jett sospecha que