XXI.

Kaleb navegó por el espacio vacío de Heradise. La sangre seguía goteando de sus labios, sus manos temblaban y perdía estabilidad. El viaje de regreso a su escondite lo sentía eterno, tanto, que pudo descifrar qué pasaba con su cuerpo heridiano y aún faltaba tiempo para llegar a su objetivo.

Escupió su propia sangre y miró por un segundo como flotaba en el vacío.

—Ronan…

El espacio vacío devoró sus palabras antes de que pudiera mencionarlas.

Recordó el peculiar daño que le causó en sus últimos instantes. El “intento desesperado” por detenerlo, al final entendió por qué se sacrificó de esa manera.

«M-Maldición…» gruñó y lanzó un puño a la nada. Sentía impotencia; nunca había tenido ese sentimiento, hasta ese momento.

Cans

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