XXIII.

El ejército de Kaleb, liderado por sus fieles capitanes teñían las acendradas regiones de Gilius en rojo carmesí. La atmosfera se envolvía por los incesantes gritos de batalla y los gritos de agonía de los ciudadanos que desafortunadamente eran atacados por las salvajes fuerzas del imperio de Kaleb.

Nyroh y Kleit comprendieron rápidamente la gravedad del asunto y se pusieron manos a la obra. Pero Dante sintió un terrible escalofrío en todo su cuerpo.

Nunca en mi vida viví algo como esto, pensó anonadado.

Edificios enteros caían impactados por proyectiles ígneos, lanzados por el grupo de hechiceros. Explosiones, sangre y extremidades por todos lados.

«Esto no es solo un asedio, es una masacre» dijo Muerte.

Dante tragó con pesadez.

—Es un genocidio… —contestó Dante—. Piensa exterminar a los &aac

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