Cap° 8

Tomé un trago más grueso de café con leche para que pasara el nudo que tenía en la garganta al ver a mi hermano al otro lado de la mesa en la condición que se encontraba. Solo se limitaba a mirar los spaghettis y llenar una y otra vez la taza de café negro.

La casa estaba en tinieblas, solo nos alumbraba la tenue luz del candelabro que colgaba sobre la mesa de una cadena oxidada que amenazaba con romperse. Y ya era usual, desde que murió Walter y mi abuelo, a mi alrededor sólo había silencio, un silencio que me condenaba a recordar una y otra vez lo sucedido. Miré el candelabro.

—Hay que bajar eso de ahí — dije para que mi hermano se dignara siquiera a mirarme.

—El abuelo lo había dicho toda la semana — sonrió —"la cadena esta oxidada, Alexander deberíamos bajarla — añadió imitando la voz del abuelo. Reímos por un poco con nostalgia.

—¿Por qué no fuiste a estudiar hoy? — me preguntó después de que alfin decidiera probar la comida que con tanto tanto esfuerzo logré preparar. Tal vez te
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