Cap° 24

Jhon Lee lo pudo haber negado mil veces, pero yo estaba seguro que disfrutaba empujarme en la silla de ruedas por todo el hospital. Al ser el hijo del dueño tenía libertad de merodear por todo el recinto y tener acceso ilimitado. Después de buscarme en la playa me llevó al hospital y él mismo me remendó cual muñeco de felpa descosido, luego, un especialista me hizo un par de estudios y dijo con que lo único que tenía era cansancio acumulado, así que Lee trajo una silla de ruedas y me obligó a sentarme, y antes de darme un tour por todo el complejo, compró ropa seca en una tienda de enfrente y me la lanzó a la cara diciendo algo como: ”hueles a sardina enlatada”

Luego visitamos los niños con cáncer, y Lee resultó tener bastante empatía con ellos, les leyó un cuento y tocó un instrumento que se parecía mucho a una flauta volteada hacia un lado en miniatura. Yo permanecí sentado observándolo, viendo en carne propia como una persona podía nacer para los demás, vivir para los demás. Luego
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