X La elegida
—¡Una monja! ¿De dónde se te ocurrió algo así? —preguntó Ale, dejándose caer en la cama junto a Lucía.

Se había infiltrado en su habitación para darle algo de calor en la fría noche en las montañas.

—Desde que me hablaste de Magnus he estado pensado en el tipo de mujer que podría gustarle.

—¡Ninguna! —dijo Ale y estalló en carcajadas.

Se tapó con la almohada recordando que no debía estar allí y siguió riendo.

—Creo que le gustan las mujeres inofensivas, que no le parezcan una amenaza, él es un hombre sensible y frágil.

—¡Gay! Jajaja. El abuelo era un visionario. Imagino que siempre lo sospechó, por eso le hacía todas esas cosas. Viejo zorro.

—No digas eso, Magnus no es gay. Te aseguro que ya le gusto un poco. No podrá resistirse a lo que "santa Lucía" tiene para él.

Ale ya lloraba de la risa.

—Voy a gustarle tanto que va a querer quitarme mi virginidad —dijo ella, con el tono más inocente que podía.

De tanto retorcerse Ale se cayó de la cama y siguió riendo en el suelo.

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