Agustina no dejaba de reír.
—¡Hay que ver el buen sentido del humor que tenía papá! Y nosotros preocupándonos. Una vez que Magnus y Bea firmen el divorcio todo volverá a ser como al principio y aquí no ha pasado nada. ¡Es grandioso! Iré a preparar mis maletas.
Uno a uno todos fueron saliendo del comedor, sólo Bea y Magnus permanecieron en sus puestos.
"Él ya se había hecho a la idea de perder la herencia", recordaba ella. "Esto no cambia nada".
"Es la prueba final", pensaba él. "¿El amor o el dinero?" Tal vez, todas las absurdamente sádicas cláusulas del abuelo perseguían aquel propósito. No se podía tenerlo todo en la vida y había llegado el momento de escoger lo más valioso.
Y al final, el amor debía triunfar.
—Divorciémonos —dijo Bea de pronto—. No hacerlo echará todos nuestros esfuerzos por la borda. Hagámoslo. Terminemos con esto y seamos libres.
Magnus la miró con curiosidad. ¿Sería una prueba también? ¿Esperaría Bea que él se negara y le dijera que la prefería a ella antes que