Ella se angustió y se percató de cómo su respiración se aceleraba haciéndola sentir ahogada por los nervios. Herman apretó suavemente un poco más arriba de el medio de su muslo antes de volver a hacer bajar su mano y acercarla esta vez hacia su rodilla.
Agnes sentía que le estaban empezando a dar calambres en las piernas por mantenerlas tensas al estarlas presionando. Él se dio cuenta y afirmó su agarre más cerca de la rodilla esta vez, sintiendo cómo temblaban un poco.
El vaivén se prolongó unos minutos hasta que él se aventuró a llevar su mano más arriba, esta vez con sus dedos pasando por debajo de la tela entre la separación que el vestido tenía y dejaba expuesta la pierna de Agnes.
Ella se asustó y trató de cerrarlas otra vez, pero la mano de Herman siguió hasta encontrarse con el final de la abertura en el vestido y trató de ir más allá para levantarla un poco y llegar más lejos.
Hacía su mejor esfuerzo por resistirse con temple de hierro, pero sabía que no iba a poder