Al día siguiente, de vuelta en la casa de la playa, me despierta el sonido de un telefono que suena. Austin contesta con voz somnolienta, aún medio dormido, y después de unos momentos cuelga y gruñe…
—¡Joder!, tenemos que regresar a Canadá.
—¿Por qué?, ¿paso algo?
—Adelantaron la hora de la entrevista con migración. Si queremos estar listo y a tiempo, deberemos volar ya.
—¿¡Que!?… Ah!, me había olvidado por completo de eso. Siento que aún no estamos listos.
Austin acaricia mi mejilla, y luego me abraza.
—Cariño, no tienes de qué preocuparte. Ahora realmente somos marido y mujer. No tenemos que fingir nada.
—Pero suelo ponerme muy nerviosa por todo, ¿y si el agente termina pensando otra cosa?
—¡No lo hará!, ya lo verás. Lo nuestro es muy real, y solo tenemos que demostrar, lo feliz que somos.
Suspiro satisfecha, dándole la razón a Austin.
***
Me siento nerviosa, al lado de Austin, en una pequeña oficina, esperando al agente de inmigración que será el encarg