La joven Evey, una dulce chica quien ha vivido a la sombra de la importancia de su familia, un día recibe el llamado a la aventura para salvar su hogar de un peligro que se alza sobre él en forma de monstruos hechos de sombras. Por ello decide marchar al reino de Felianor donde conocerá al príncipe con quien se aliará para tratar de resolver dicho conflicto y terminara creando un vínculo emocional y romántico. Sin embargo, allí descubrirá los secretos oscuros que se ocultan en las sombras del reino así como la amenaza de una inminente invasión de tierras del otro lado del mar. Además, de tener que lidiar con el hermano malvado del príncipe quien parece odiarla y hacerle la vida imposible para deshacerse de ella. Para tratar de resolver todo esto Evey decide que hará gala de todas sus habilidad mágicas para combatir a sus enemigos y salvar todo lo que ama, incluso si eso significa terminar dentro de conflictos políticos y amorosos que pongan en peligro todo lo que quiere lograr.
Leer másEl cielo nocturno estaba plagado de estrellas que titilaban tenuemente y acompañaban a la reina satélite que coronaba el cielo. La luna lo colmaba del poder de las expresiones artísticas más elevadas, de las que ningún otro hombre podría llegar a ostentar. Él caminó con sus brazos cruzados detrás de su espalda, mientras en su mente iba haciendo un boceto de su próxima creación y buscaba a la luz de sus noches oscuras.
—¿Mi luz? —llamó él, buscándola entre los árboles, pero nadie respondió.
Él sonrió.
—Mi Luz, mi amor, mi millonésima y una estrella, estás otra vez tratando de hacerme una travesura, pero sabes que cada vez se te hace más complicado tomarle el pelo a tu rey.
—¿Y según quién, hoy hay necesidad de tomarle el pelo a mi rey? —dijo la encantadora voz de su esposa detrás de él.
Cuando él volteó a ver su amada, casi temió quedarse sin aliento al verla resplandeciente con su vestido blanco y sus cabellos de plata cayendo en ondas por toda su espalda. Los años transcurrían y observarla seguía manteniéndose como parte de sus actividades favoritas. Ella se acercó a él y sujetó su mejilla con suavidad y él poso su mano encima.
—Estás más hermosa que nunca —los ojos azules del rey la miraban con ternura al decirlo.
Ella soltó una risita y le devolvió una sonrisa radiante como el mismísimo sol. Elyna era el sentido de su vida. Ambos habían pasado por tantísimas cosas, su amor se había puesto aprueba cientos de veces. Pero aquella sonrisa, aquella maravillosa sonrisa siempre había sido lo que a pesar de las vicisitudes de la vida y cualquier complicación que se les interpusiera en el camino, había logrado hacer que todo lo demás no importara y palideciera en comparación. Cualquier cosa podía suceder: la mismísima tierra debajo de sus pies podría resquebrajarse y el cielo partirse en mil pedazos, pero mientras ella estuviera a su lado y pudiera mantener intacta esa sonrisa, no había nada más que le importara.
—Todos los días me lo dices, noche de mi día —respondió amablemente.
—Y lo seguiré diciendo y no habrá mentiras en mis palabras. Porque cada minuto y cada hora que pasó a tu lado descubro en ti nuevas maravillas. Eres una obra de arte que siempre admiraré y el tiempo solo me dará la oportunidad de ir descubriendo la excelencia de tu ser.
—Y a mí el tiempo me dará la oportunidad de disfrutar de la compañía más reconfortante que hay en lo largo y ancho del mundo —respondió la mujer abrazándose a su cuello—. Disfrutar de tus hermosos ojos azules como el mar, de tu rostro endurecido y apuesto. Y de tu amor.
—De nuestro amor—respondió él con una sonrisa.
—De nuestro amor —coincidió ella con voz dulce.
Ella le dio un beso en la nariz y luego se dio la vuelta pegando su espalda al pecho de él mientras este la cubría en un abrazo reconfortante y dejaba descansando su mentón en la cabeza de su esposa.
—¿Qué crees que debamos crear hoy, noche de mi día? —preguntó con voz tierna Elyna.
—Algo nacido de nuestro amor y que perdure por siempre.
—Eso… es lo que hacemos siempre. No respondes a mi pregunta, mi rey. Deberíamos hacer algo… diferente. Hemos traído maravillas a Felianor y al continente entero. Juntos hemos creado valles, montañas y bosques, para darle cobijo a los enviados por el Creador. Pero… ¿y si hiciéramos algo para nosotros al menos una vez?
—¿Un regalo para ambos, puede ser?
—¡Sí, sí, algo nuestro, que luego con el tiempo sea legado a nuestros hijos y luego a los hijos de nuestros hijos!
Él sonrió y asintió.
—Me parece una idea estupenda. Y creo que tengo un pequeño boceto en mi mente. Hazte con el poder y te lo mostraré.
Ambos cerraron sus ojos y dejaron que el virtuosismo los colmara con el poder de la creación mismo, entraron en contacto y él pudo transmitirle la idea que tenía.
—Oh, sí, ¡sí!
Ella a su vez le mandó sus propias ideas que complementaban las de él, juntos eran capaz hacer lo imposible, darle forma a sus ideas y crear de sus pensamientos compartidos en la máxima expresión artística y de amor.
Y así fue como en aquel en lugar, el terreno comenzó a cambiar con parsimonia. Los árboles parecieron moverse y hacer espacio entre ellos dejando un gran claro que filtraba la luz de la luna. El suelo se levantó en algún lugar y se hundió en otros alrededor de ellos, aparecieron unos lazos de agua que se alzaron en una danzar, enredándose entre ellos y luego bajando al suelo. El agua cubrió tanto la depresión del terreno como la misma parte que se había alzado. Una niebla comenzó a acobijar los árboles que rodeaban el lugar como un manto que los mantenía protegidos y aislado. Así, en un parpadeo habían quedado en medio de un pequeño terreno de tierra rodeado del agua plateada que caía de las rocas elevadas que formaban la nueva cascada hacia el lago que habían creado.
Ambos terminaron acostados en el montículo de tierra, que estaba en medio del lago como una isla abandonada, respirando extenuados por lo que habían hecho. Los dos compartieron una sonrisa de complicidad y luego disfrutaron del paisaje que habían creado juntos. Aquel sería conocido desde ese día como su paraíso. Los árboles más cercanos al agua que había sido iluminada por la luna soltaban un brillo tenue pero hermoso.
La pareja se sujetó las manos y luego se atrajeron mutuamente para envolverse en un abrazo.
—Ha sido una buena decisión que esto sea nuestro lugar especial —susurró a su oído la mujer de cabellos de plata—. Es maravilloso que aún recuerdes eso, ¿sabes? El día que nos conocimos. Lo he visto en tus pensamientos.
—No importa que pasen cientos de años, siempre recordaré el cómo nos conocimos, cómo me enamoré de ti y porqué te amaré hoy, mañana y siempre. En ese momento no supe lo importante que sería ese día para mí, pero gracias al Creador que dispongo de más tiempo del normal para seguir atesorando mis recuerdos junto a cada segundo que paso junto a ti.
—Y yo agradezco a la luz, la luna y todas las estrellas por haberme puesto en tu camino. Gracias a ti he conocido el amor más fuerte de todos… gracias a ti puedo ayudar a nuestro pueblo y protegerlo. Gracias a ti puedo ser feliz.
—Prométeme que estaremos siempre juntos, mi luz —pidió él sosteniendo las mejillas de la mujer con dulzura.
Ella le sostuvo las manos y se las besó con amor.
—Te prometo que estaremos siempre juntos. Y si un día nos perdemos, prometo que te encontraré donde sea que te encuentres.
—Si nos perdemos, no habrá nada que pueda mantenernos alejados por demasiado tiempo… —coincidió él.
Y sus labios se unieron en un beso lleno de amor que sellaría la promesa que acaban de hacer, mientras una suave brisa soplaba en su paraíso y hacía mecerse levemente las hojas de los árboles que habían sido bañados con la magia de su amor y virtuosismo mientras allá en el cielo las estrellas y la misma luna eran testigos del amor que se profesaban los dos.
Ese día Evey se había puesto un vestido de color esmeralda que recordaba al color de los ojos de Eirfeen. El joven príncipe la había invitado a conocer a su padre, el rey, a lo que ella había aceptado con nerviosismo. La escala social con las personas a las que debía frecuentar y tratar había escalado bastante de golpe, había pasado de tratar con nobles pequeños de las casas de Descanso de Piedra, a la realeza de Felianor. En cierta parte, le hubiera gustado que las chicas que la solían molestar allá en su hogar la vieran ahora, de seguro hubieran quedado boquiabiertas al enterarse de que estaría en la misma sala que un rey y un príncipe. Incluso a ella misma le parecía algo increíble. Un llamado a su puerta llamó su atención y ella sonrió alegre de que su príncipe querido hubiera ido a buscarla tan pronto. Sin embargo, al abrir la puerta no se encontró con su príncipe, sino con dos caballeros de armaduras relucientes e inmaculadas. Los c
Al día siguiente ella se despertó sintiendo el cansancio de todas las cosas que habían pasado en los últimos días. Sin embargo, por incongruente que pareciera, la acalorada discusión con el príncipe Coledur le había ocasionado más cansancio mental que el que había experimentado cuando peleó con el nocturno. Recordar las palabras del aquel hombre de cabello azabache le hacía enojar. ¿Cómo se atrevía a acusar a Eirfeen de manipularla si desde un inicio se había mostrado muy atento con ella? Él le había dado un sitio en el que hospedarse y la había tratado con afecto. No le había dado hasta ahora ningún indicio de que estuviera utilizándola. Simplemente Eirfeen no era esa clase de hombre. Lo sabía. Ella suspiró y se levantó de la cama para prepararse para lo que tuviera que ofrecerle ese día que tiene frente a ella, el cual Evey esperaba que no fuera tan agitado y complicado como los últimos días que habían pasado. Luego de asearse y vestirse, ell
Evey se encontraba atrapada por el príncipe debido a un descuido suyo. Momento antes había sentido mucho miedo de estar allí con Cabeza de Espejo, pero Coledur la había salvado. Ahora, sin embargo, tenía que responder por las travesuras que había estado haciéndole. Los ojos de él parecieran taladrar en ella, de manera invariablemente severa. Tener al príncipe Coledur tan cerca la hacía sentir nostalgia, recordaba haber pintado su rostro con maestría sin siquiera conocerlo. Eso la hizo considerar por primera vez que quizás ella necesitaba de Coledur de alguna forma. «No puede ser una mera casualidad. Las cosas que he vivido a lo largo del tiempo bajo el brillo de la luna siempre han tenido un significado, y esto debe ser uno de ellos», se trató de convencer a sí misma. Empero, una parte de ella sentía repelús del príncipe que actuaba de manera tan despectiva hacia ella y, aparentemente, hacia todo. Ella levantó su barbilla y se puso tan envarada como una espada que
Conseguir el sueño la noche anterior fue complicado, la noche había tenido bastante movimiento. Había acaecido una vorágine de sentimientos a la que no estaba acostumbrada, pero podía considerarse orgullosa de haber seguido en pie luego de todo aquello. No había salido corriendo cuando un nocturno enloquecido había corrido hacia ella a atacarla; había descubierto que estos podían ser afectados con sus poderes para hacer que se comportarán de una forma diferente a su forma base; había quizás logrado una complicidad con el caballero que la había salvado ya dos veces hasta el momento, y sobre todas las cosas, casi había besado al hombre por el que estaba sintiendo cosas. Pensar en eso hacía que le ardiera la cara de vergüenza y que su corazón comenzará a acelerarse y a la vez sentía una rabia creciendo en ella por haber sido interrumpida justo cuando iba a besarse con Eirfeen. El principe Coledur había sido bastante inoportuno al entrar en aquel lugar s
Evey sintió que su mundo fue ralentizado y pudo escuchar su propio corazón retumbando como los cascos de un caballo de carrera que galopa desbocado. El dulce aroma del príncipe embriago su olfato y sus labios se abrieron accediendo a recibir el beso prometido, un beso que había esperado y deseado, aunque consideraba no merecer. Un beso de un hombre con el que se sentía cercana, uno al que admiraba. La puerta se abrió y ella se separó del hombre de cabello plateado antes de que sus labios se unieran. Miró a la puerta atacada por el nerviosismo y se encontró con un hombre que parecía tallado en la roca misma con unos ojos fríos como el invierno más terrible que parecían taladrar en ella de manera severa. —P-Príncipe, Coledur —saludó Evey, haciendo una leve reverencia. —Milady —contestó él con fría educación. Los ojos del príncipe Coledur se centraron en Eirfeen a quien miró con reprobación, aunque para Evey aquel príncipe
Estaba regresando al palacio con la escolta que se le había asignado para protegerla, y que había sido superada por un solo nocturno. Ella los notaba avergonzados y desalentados, así que trató de subirles el ánimo. —Nos tomó por sorpresa a todos. Me alegra mucho que ninguno de nosotros haya salido muerto de aquel lugar. Gracias a ustedes no me pasó nada —sus palabras dulces parecieron animarlos un poco. Solo Marlon mantenía un gesto de irritación en el rostro. —Hubiéramos sido aplastados si no hubiera sido por el otro monstruo que apareció a ayudarnos —intervino el hombre calvo de aspecto zorruno— Es muy amable con sus palabras, milady, pero si tenemos que agradecerle algo a alguien, que sea al mismísimo Creador por haber hecho aparecer a ese demonio y que este no nos atacara a nosotros. Las palabras del hombre la hacían sentir enojo, pues su tono irónico le hacía ver que desconfiaba totalmente del caballero y que, además, parecía insinuar c
Último capítulo