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           Al día siguiente luego de haber pasado toda la noche pensando acerca de la conversación de las señoras, Evey se había dado cuenta que tenía muy escasa información acerca de los reinos de Felianor y el de Durran. De ellos solo sabía lo básico. Sin embargo, con el apetito de tener un contexto más útil en su cabeza, Evey intentó obtener información de la persona que más podría saber del tema: su tío Rudolf.

           Así que ella terminó yendo al pórtico, donde lo encontró sentado en una larga silla de madera descansando, aunque con un gesto de aburrimiento en el rostro.  Ella lo saludó y terminó sacándole una conversación casual que él fue respondiendo con tedio hasta que terminó gruñendo y añadiendo:

           —Niña, si has venido hasta aquí espero que no haya sido solamente para hablar de frivolidades, de verdad que tengo suficiente con Marisa y todas las estiradas amistades con la que suele frecuentar —dijo él.

           Su tío no era un hombre como los demás. O sea, era alguien con una posición privilegiada, tenía un título y muchísimo dinero, pero Evey se sentía identificada con el desdén que su tío le dedicaba a lo que era la superficialidad que rodeaba a las altas esferas. En más de una ocasión Evey había observado a Rudolf saltarse protocolos o evitando socializar con ciertas personas. Escapando de hablar de temas tontos, como decía él.  

           —Tío, ¿qué sabes acerca de Felianor y Durran? —inquirió ella directamente.

           Rudolf, quien parecía encontrarse perezoso luego de haber terminado con sus cartas de la tarde, se mostró animado por tener que hablar por fin de algo que no fuera lo bueno que estaba el clima, del cómo le había ido en el trabajo o si creía que tal o pascual se iba a casar. Evey sabía que Rudolf nunca desaprovecharía la hora de enseñarle al mundo lo que sabía.

           —Sé un par de cosas —contestó él—, pero lo importante, es que me digas qué es lo que sabes tú.

           —No demasiado —admitió ella—. Sé que Felianor es uno de los reinos más poderosos, además de su importancia histórica y cultural.

           —La cual no tan solo es importante para ellos, sino para muchísimos pueblos a lo largo y ancho de esta parte del mundo —informó Rudolf y al captar el gesto de impresión de Evey el agregó—: Espero que no pensaras que nuestra gente era la única con parentesco con ellos.

           —Pues…, sí, la verdad es que no sabía que otros pueblos tuvieran origen en Felianor.

           —Muchísimos —admitió él—, lo de Felianor era un pueblo poderoso bajo en el gobierno del Rey Artheras. Además de numeroso. Por ello, muchos buscaron otras tierras las cual reinar y su antiguo rey no tuvo problemas con que aparecieran nuevos reinos a su alrededor, ya que eran como extensiones del suyo, al menos en un principio. Estos reinos fueron regalos a sus más allegados y a algunos de sus familiares, con la condición de que mientras él viviera él cumpliría la función de Rey Supremo sobre todas las naciones, y así se hizo. Todos amaban y respetaban al Rey Artheras, además de que tenían en buena consideración la cantidad de su poder, la que no solamente quedaba en el ejército ingente que tenía, sino en unas habilidades que iban más allá de toda explicación humana, habilidades que se decían que podían destruir montañas, incendiar el propio mar y quebrar el cielo.

           «Cuando el Rey Supremo Artheras murió, cada reino pasó a ser independiente. Sin embargo, uno de ellos, el que se había establecido al otro lado del mar creció en poder tanto como en ambición y orgullo.  

           —Darren —añadió Evey y Rudolf asintió.

           —Sí, el Rey Darren, de quien viene el nombre de su reino, se alzó contra la que antaño fue su pueblo natal y zarpó con la flota más grande que el mundo había visto, la que fue llamada la Flota del Martillo Rojo, y trajo la guerra a estas tierras. Fueron años de guerra, donde el rey Isil, hijo del antiguo rey Artheras, hizo combatir sus ejércitos siempre a la defensiva contra las fuerzas de Darren, en la búsqueda de hacerlo entrar en razón para que acabara con todo. Pero por supuesto que Darren siguió enviando sus barcos a que acosaran las costas de Felianor. Pero el rey Isil nunca dejó que pelearan en tierra, pues siempre peleaban en mar abierto, donde Darren tenía la ventaja.

           —¿Tenía miedo de Darren lo que lo llevaba a actuar por impulso o era simplemente un mal estratega? —inquiró Evey.

           —No. Todo es claro en que el rey Isil actuó de aquella manera con la esperanza de evitar lo que vino después: se dice que el rey Isil había ido solo a la bahía, que esta vez estaba desprovista de sus hombres cuando los barcos de Darren comenzaron a atisbarse en el horizonte. Él estuvo ahí, sólo, de pie mientras los barcos avanzaban y avanzaban, hasta estar tan cerca que Isil pudo ver la flota entera.

           Evey se imaginó a aquel rey loco haciendo cara por sí solo a toda una flota de barcos donde podía dársele muerte incluso sin esforzarse demasiado y esta fue sintiendo cierta frustración por semejante estupidez. Empero, su tío se encargó rápidamente de sacarla del error en el que se encontraba pensando.

           —El rey, ya no soportando el dolor de su pueblo, se hinchió de poder y propagó su furia en forma de catástrofe. Torbellinos de fuego se alzaron como pilares incandescentes impulsados por un viento endemoniado, aparecieron en filas y quemaban los barcos junto a sus tripulaciones. Los hombres morían sin distinción por el beso de las llamas y los que no encontraron la muerte al arrojarse al agua hirviendo. Aquello acabo solamente cuando su esposa fue hasta él para rogarle que se detuviera. E Isil con el rostro lleno de dolor y lágrimas por lo que había hecho acepto que aquello fuera castigo y mensaje suficiente para los durrandianos.

            »Isil no quería manchar de sangre las tierras de su padre, puesto que eran consideradas sagradas y para él era una aberración que la sangre derramados entre hermanos bañara su tierra sagrada, por ello, trató siempre de parlamentar en la calma del agua. Lamentablemente sin ningún éxito, más allá de volver aquellas aguas totalmente rojas por el calor de la rabia que sentía por las tantas muertes ocurrida a lo largo de los años.

           —Todo eso… fue horrible —logró apenas decir la joven afectada por la historia.

           —Lo fue. Pero fue algo necesario —dijo su tío con una cara de pena—. Por eso es frustrante la historia del ahora. Con todos viendo debilidad en el actual rey de Felianor, los de Durrandon ven una oportunidad de triunfo en una empresa que no pudieron cumplir muchos años antes.

           —¿Entonces lo que se cuenta de la guerra y las criaturas es cierto? —se mostró ella impresionada.

           —Lo es y a la vez no. Tanto las criaturas como la guerra son ciertas, pero la información siempre es manipulada así que es difícil saber en realidad como se están desarrollando las cosas. Por lo que lo que nos queda es esperar que pase lo que tenga que pasar. Porque te aseguro, niña, que no habrá donde huir.

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