HIJOS DE LA NOCHE
HIJOS DE LA NOCHE
Por: Lyonel Moon
PRELUDIO

           El cielo nocturno estaba plagado de estrellas que titilaban tenuemente y acompañaban a la reina satélite que coronaba el cielo. La luna lo colmaba del poder de las expresiones artísticas más elevadas, de las que ningún otro hombre podría llegar a ostentar. Él caminó con sus brazos cruzados detrás de su espalda, mientras en su mente iba haciendo un boceto de su próxima creación y buscaba a la luz de sus noches oscuras.

           —¿Mi luz? —llamó él, buscándola entre los árboles, pero nadie respondió.

           Él sonrió.

           —Mi Luz, mi amor, mi millonésima y una estrella, estás otra vez tratando de hacerme una travesura, pero sabes que cada vez se te hace más complicado tomarle el pelo a tu rey.

           —¿Y según quién, hoy hay necesidad de tomarle el pelo a mi rey? —dijo la encantadora voz de su esposa detrás de él.

           Cuando él volteó a ver su amada, casi temió quedarse sin aliento al verla resplandeciente con su vestido blanco y sus cabellos de plata cayendo en ondas por toda su espalda. Los años transcurrían y observarla seguía manteniéndose como parte de sus actividades favoritas. Ella se acercó a él y sujetó su mejilla con suavidad y él poso su mano encima.

           —Estás más hermosa que nunca —los ojos azules del rey la miraban con ternura al decirlo.

           Ella soltó una risita y le devolvió una sonrisa radiante como el mismísimo sol. Elyna era el sentido de su vida. Ambos habían pasado por tantísimas cosas, su amor se había puesto aprueba cientos de veces. Pero aquella sonrisa, aquella maravillosa sonrisa siempre había sido lo que a pesar de las vicisitudes de la vida y cualquier complicación que se les interpusiera en el camino, había logrado hacer que todo lo demás no importara y palideciera en comparación. Cualquier cosa podía suceder: la mismísima tierra debajo de sus pies podría resquebrajarse y el cielo partirse en mil pedazos, pero mientras ella estuviera a su lado y pudiera mantener intacta esa sonrisa, no había nada más que le importara.

           —Todos los días me lo dices, noche de mi día —respondió amablemente.

           —Y lo seguiré diciendo y no habrá mentiras en mis palabras. Porque cada minuto y cada hora que pasó a tu lado descubro en ti nuevas maravillas. Eres una obra de arte que siempre admiraré y el tiempo solo me dará la oportunidad de ir descubriendo la excelencia de tu ser.

           —Y a mí el tiempo me dará la oportunidad de disfrutar de la compañía más reconfortante que hay en lo largo y ancho del mundo —respondió la mujer abrazándose a su cuello—. Disfrutar de tus hermosos ojos azules como el mar, de tu rostro endurecido y apuesto. Y de tu amor.

           —De nuestro amor—respondió él con una sonrisa.

           —De nuestro amor —coincidió ella con voz dulce.

           Ella le dio un beso en la nariz y luego se dio la vuelta pegando su espalda al pecho de él mientras este la cubría en un abrazo reconfortante y dejaba descansando su mentón en la cabeza de su esposa.

           —¿Qué crees que debamos crear hoy, noche de mi día? —preguntó con voz tierna Elyna.

           —Algo nacido de nuestro amor y que perdure por siempre.

           —Eso… es lo que hacemos siempre. No respondes a mi pregunta, mi rey. Deberíamos hacer algo… diferente. Hemos traído maravillas a Felianor y al continente entero. Juntos hemos creado valles, montañas y bosques, para darle cobijo a los enviados por el Creador. Pero… ¿y si hiciéramos algo para nosotros al menos una vez?

           —¿Un regalo para ambos, puede ser?

           —¡Sí, sí, algo nuestro, que luego con el tiempo sea legado a nuestros hijos y luego a los hijos de nuestros hijos!

           Él sonrió y asintió.

           —Me parece una idea estupenda. Y creo que tengo un pequeño boceto en mi mente. Hazte con el poder y te lo mostraré.

           Ambos cerraron sus ojos y dejaron que el virtuosismo los colmara con el poder de la creación mismo, entraron en contacto y él pudo transmitirle la idea que tenía.

           —Oh, sí, ¡sí!

           Ella a su vez le mandó sus propias ideas que complementaban las de él, juntos eran capaz hacer lo imposible, darle forma a sus ideas y crear de sus pensamientos compartidos en la máxima expresión artística y de amor.

           Y así fue como en aquel en lugar, el terreno comenzó a cambiar con parsimonia. Los árboles parecieron moverse y hacer espacio entre ellos dejando un gran claro que filtraba la luz de la luna. El suelo se levantó en algún lugar y se hundió en otros alrededor de ellos, aparecieron unos lazos de agua que se alzaron en una danzar, enredándose entre ellos y luego bajando al suelo. El agua cubrió tanto la depresión del terreno como la misma parte que se había alzado. Una niebla comenzó a acobijar los árboles que rodeaban el lugar como un manto que los mantenía protegidos y aislado.  Así, en un parpadeo habían quedado en medio de un pequeño terreno de tierra rodeado del agua plateada que caía de las rocas elevadas que formaban la nueva cascada hacia el lago que habían creado.

            Ambos terminaron acostados en el montículo de tierra, que estaba en medio del lago como una isla abandonada, respirando extenuados por lo que habían hecho. Los dos compartieron una sonrisa de complicidad y luego disfrutaron del paisaje que habían creado juntos. Aquel sería conocido desde ese día como su paraíso. Los árboles más cercanos al agua que había sido iluminada por la luna soltaban un brillo tenue pero hermoso.

           La pareja se sujetó las manos y luego se atrajeron mutuamente para envolverse en un abrazo.

           —Ha sido una buena decisión que esto sea nuestro lugar especial —susurró a su oído la mujer de cabellos de plata—. Es maravilloso que aún recuerdes eso, ¿sabes? El día que nos conocimos. Lo he visto en tus pensamientos.

           —No importa que pasen cientos de años, siempre recordaré el cómo nos conocimos, cómo me enamoré de ti y porqué te amaré hoy, mañana y siempre. En ese momento no supe lo importante que sería ese día para mí, pero gracias al Creador que dispongo de más tiempo del normal para seguir atesorando mis recuerdos junto a cada segundo que paso junto a ti.

           —Y yo agradezco a la luz, la luna y todas las estrellas por haberme puesto en tu camino. Gracias a ti he conocido el amor más fuerte de todos… gracias a ti puedo ayudar a nuestro pueblo y protegerlo. Gracias a ti puedo ser feliz.

           —Prométeme que estaremos siempre juntos, mi luz —pidió él sosteniendo las mejillas de la mujer con dulzura.

           Ella le sostuvo las manos y se las besó con amor.

           —Te prometo que estaremos siempre juntos. Y si un día nos perdemos, prometo que te encontraré donde sea que te encuentres.

           —Si nos perdemos, no habrá nada que pueda mantenernos alejados por demasiado tiempo… —coincidió él.

           Y sus labios se unieron en un beso lleno de amor que sellaría la promesa que acaban de hacer, mientras una suave brisa soplaba en su paraíso y hacía mecerse levemente las hojas de los árboles que habían sido bañados con la magia de su amor y virtuosismo mientras allá en el cielo las estrellas y la misma luna eran testigos del amor que se profesaban los dos.

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