Quique caminaba al frente, seguido de cerca por Nino. Ambos avanzaban con una presencia imponente y una intención asesina que aumentaba a medida que se acercaban a su objetivo. A treinta metros de distancia, Quique se detuvo, y los demás también se detuvieron. Las dos facciones se enfrentaron, y la atmósfera se volvió tensa, con una batalla feroz a punto de estallar en cualquier momento.
Ricardo soltó un bufido despectivo y dijo con una expresión de desprecio:
—¿Han venido a enfrentarse a nosotros en una batalla final?
Mientras decía eso, su tono era muy relajado, sin tomar en serio a sus oponentes. Quique también bufó y respondió:
—¿Una batalla final con ustedes? No se sobreestimen. Hemos venido a asesinarlos, a hacerles pagar.
Ricardo soltó una carcajada, fría y desalentadora:
—Sé que tienes cierta habilidad y confianza en ti mismo, y que puedes vencer a guerreros comunes de un mundo de segundo nivel. Pero yo no soy un guerrero común, vengo de una secta de nivel santo del continen