Dos días después Rebeka estaba en Venezuela, en la hacienda La Mágica Cascada propiedad de la familia Mendoza, María Mendoza era comadre de Mercedes y como hermanas, esta le dijo que el campo le caería bien a Rebeka, estaban preparados para la supuesta adicción de Rebeka y una psicóloga había ido a atenderla, pero ella la había rechazado, estaba furiosa con su familia porque no le creían, ella sufría pensando que a estás alturas Diego estaría muerto. Escucho los pasos rápidos llegar a la puerta y un rostro a la altura de la manilla asomarse.
—Tía Rebeka… ¿estás dormida?
Rebeka vio a la pequeña Mariana, era muy temprano, así que venía aun con la piyama y una frazada.
—No…, no estoy dormida, pasa Mariana.
La pequeña se acercó a la cama.
—Mi abuela me dijo que no debería molestarte, que estabas enferma, ¿puedo ayudarte en algo?
Rebeka lloró en silencio, tratando de no asustar a la niña.
—Estoy bien, solo me duele aquí —dijo señalando su corazón.
—Hay doctores par