Champú de fresa

—¡Mili! Maldita sea mujer.

Gerald gritó apenas cruzó esa puerta como si estuviera poseído, caminó por toda la casa buscándome hasta encontrarme en el patio junto a Carlos y Nana.

—¿Que está pasando? Y no digas groserías delante de Carlos —fruncí el ceño.

No dijo una palabra más, solo lo vi venir hacia mí rápidamente y me levanto de la silla para llevarme como un saco de papas dentro de la casa, empujo la puerta corrediza y me puso en el piso cuando estábamos lo suficientemente lejos de Nana y Carlos.

—Te voy a dar una nalgada, Mili —amenazo —todo el mundo se burló de mí por ese maldito champú.

Se me humedecieron los ojos, aguantaba la risa y las ganas de tirarme encima de él, se veía tan lindo y atractivo que provocaba que lo besara intensamente para que se callara de una vez por todas.

—No puedo creerlo, estás aguantando la risa ¿verdad? —Clava su mirada en mi —veamos si todavía te ríes después de lo que te haré.

—¡No! Gerald, ¡bájame de una vez!

Nuevamente me levanto como un saco y
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