Nunca decir nunca

Ese dedo daba vueltas dentro de mí y su pulgar jugaba sin reglas con mi clítoris. Sentí que me iba a correr y mis paredes se contrajeron, pero Gerald solo sacó los dedos y comenzó de nuevo, cada vez la ducha se llenaba de más y más gemidos, mis lágrimas salían sin parar, no podía creer que el orgasmo nunca llegaría a experimentarlo debido a la ira de Gerald.

—Gerald... —Dije su nombre, sollozando y gimiendo —lo siento.

No tomó en cuenta mis palabras, solo siguió haciendo lo suyo, escapar no era una opción, tuve que aguantar hasta que no pude más y Gerald parecía tener una excelente resistencia.

—Gerald, detente, no puedo venirme —tragué saliva y lo vi desde el reflejo con los ojos húmedos de placer.

—No busco que te vengas, Mili.

—Nunca he tenido un orgasmo… —le confesé avergonzada, el me miró sorprendida y retiró su dedo de mí haciéndome soltar un sollozo además de un suspiro —Perdón por reírme, te juro que no fue sobre las mujeres.

El hombre detrás de mí soltó suavemente mi cuello y
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