Átame a tu corazón. Capítulo 18. Ríete mientras puedes.

Greta subió al ascensor de esa empresa con su mejor cara de buena trabajadora. Tenía el micrófono en su sitio y una ropa muy pero muy cerrada para que no se notara.

—Déjame una grieta, infeliz, que por ahí te voy a pescar como el fétido y maloliente surströmming que eres —susurró para sus adentros apretando los dientes.

La secretaria del hombre no tardó en recibirla con una sonrisa amable, la misma que le había mostrado desde el primer día que llegó. Aparentemente en esa compañía ella era la única que era tan transparente como el agua, la única real en ese infierno.

—Buenos días, señorita Greta, ¿Cómo amanece el día de hoy?

Greta sonrió como nunca en su vida y antes de contestar le dio un fuerte abrazo.

—Me desperté perfectamente bien, Carol, gracias por preguntarme cada vez que vengo.

—No se preocupe señorita, siempre lo hago con mucho gusto y no tiene idea de lo feliz que me hace escuchar cada vez que se siente bien —respondió ella, abrazándola de vuelta—. El Sr. Gingrich me informó
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