—Ahora vuelvo —murmura Julian y escapa al baño, sospechando que ella también necesita un momento para sí misma.
Se encarga de limpiarse, se abrocha los vaqueros y se lava las manos. No se atreve a mirarse al espejo, porque no está seguro de querer enfrentarse al imbécil que le mirará fijamente, recordándole el maldito problema en que se ha metido hasta el cuello. Se ha follado a Giorgia de las formas en que se prometió follarla y con las que supuso que tendría suficiente como para no pensar en ella nunca jamás, al menos no sexualmente. ¿El problema? Siente que no ha tenido suficiente. Mientras más la folla, más y más quiere, como un angurriento. El supuesto remedio para su enfermedad está causando el efecto contrario. Es como al drogadicto cuando le recetan drogas controladas para tratar su condición y solo lo envician más y más.
Justo así se siente él. Enviciado. Lo cual es un grave problema, porque Julian Lerner no puede estar enviciado por una mujer, mucho menos por Giorgia Hill, l