Capítulo 67. Sí, Papi, préñame.
Mis ojos se pusieron en blanco tan fuerte que no vi nada más que estrellas y blanco.
El golpe de sus caderas contra mi trasero resonó en la habitación como un trueno. Su mano estaba apretada en mi cabello, tirando de mi cabeza hacia atrás, con mi cuello arqueado, la baba ya goteaba de la comisura de mi boca mientras usaba mi cuerpo como si fuera su puto juguete.
—¿Te gusta despertarme así? —Siseó, embistiendo de nuevo, más profundo esta vez, como si estuviera tratando de partirme en dos—. ¿Con tu sucia boquita envuelta en mi polla?
—S-sí —sollocé, con mi espalda arqueándose, mis manos arañando las sábanas que ya estaban empapadas de sangre y corrida y de cualquier vergüenza que solía tener—. Yo solo... lo necesitaba... te necesitaba de nuevo, Papi...
Mi voz se quebró porque su polla golpeó ese punto, justo ese punto, ese estúpido y pequeño manojo de nervios en lo profundo de mí que convertía mi cerebro en papilla y hacía que mis muslos temblaran incontrolablemente.
—Maldita sea —gruñó,