POV Isabella.

Habían pasado las semanas de cuarentena y la vida en la casa se había asentado en una nueva normalidad. Daniel era el centro de nuestro universo y, para mi sorpresa, Jeremy se había convertido en una presencia constante y en un pilar de apoyo.

Compartíamos las noches de insomnio, los cambios de pañales, los llantos y las risas. La tensión inicial entre nosotros se había disuelto en la urgencia de la paternidad y había sido reemplazada por un entendimiento tácito y una complicidad forjada en la vulnerabilidad.

Más tarde, después de acostar a Daniel, me senté en el sofá del salón. Estaba profundamente cansada, pero también sentía una extraña sensación de plenitud.

Jeremy entró con el cabello revuelto y la camisa desabrochada; el cansancio también se reflejaba en su rostro, pero sus ojos brillaban con una luz diferente.

—Parece que hoy nos dará una tregua —dijo, sentándose a mi lado.

—Eso espero —respondí con una ligera sonrisa. —Necesito dormir al menos cuatro horas seguid