—Ya nos tocamos y no pasó nada —Lucas se encogió de hombros.
—¿Qué? —exclamó el señor Córdoba.
Sí, un ataque al corazón era inminente para el apuesto director.
—Cálmate D, fue mi culpa. Choqué con él —expliqué rápidamente, antes de que suspendiera a Lucas también.
Teo soltó una risita y me di cuenta de mi error. La mandíbula del señor Córdoba estaba tensa y no estaba segura de sí estaba reprimiendo una sonrisa o a punto de perder la cabeza por completo.
—Lo siento, señor Córdoba —corregí y le dediqué mi sonrisa más dulce.
—Bien, Lucas, acompaña a la señorita Blanco a su primera clase y no te apartes de su lado. Teo, ve a elegir a otros tres para tu equipo. Le enviaré un mensaje a todos los profesores para que estén en cuenta de la situación. Ahora vayan a clase, van a llegar tarde —ordenó el señor Córdoba, su tono era tenso y parecía estar evitando mirarnos antes de alejarse.
Todos lo vimos irse en silencio.
—¿Los Grises pueden tener ataques al corazón? —les susurré a los chicos.
—Sí,